Capítulo 4:

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Dante Vivaldi.

Viajar en primera clase algunas veces suele ser reconfortante, también suele calmar un poco la ansiedad y cualquier de los problemas que suelo cargar de manera interna en mi. Aún así no quita que el viaje haya sido más complicado, no soy muy amante a la mayoría de las personas y menos cuando no dejan de masticar como orangutanes, incluyendo también la mirada intensa y lujuriosa de una señora de unos cuarenta años que casi me hace lanzarle mi decimocuarta copa de whisky.

—Tenemos algunas reuniones importantes y por supuesto los proveedores están teniendo presente la mayoría de las...

La pelinegra interactúa colmando mi paciencia recordándome las mil responsabilidades que trae concebir mucho dinero y ser una de las personas más reconocidas en todo el mundo.

—Hola disculpe.

Detengo mi caminar cruzando mis orbes con el cuerpo menudo de una niña de cabellos rojos y pecas en su tabique que no tarda en sonreírme.

—¿Que quieres niña?

Mi tono es brusco, frivolo y aburrido, mientras la fila se hace un poco más extensa de lo que me gustaría donde la infante no hace más que mirarle fascinada con su peluche de Willlie Poo en sus brazos sonriendo.

—¿Por que tiene cara de amargado?

Frunzo mi entrecejo sonriendo un poco por la dirección de sus palabras.

—¡Ariadna! ¿Que te he dicho de decir esas cosas?

—¡Es que tiene cara de amargado, mamá!

—Lo siento mucho señor, de verdad.

Arrugo mi rostro poniéndome de rodillas con la clara intención de estar a la misma distancia de la infante que no tarda en alzar su mentón sin importarle lo que sea que le vaya a decir.

—No soy un gruñón, pero debes aprender que la verdad es mejor que mentir.

Entrecierra sus ojos azules mirándome de una extraña manera que me fuerza a carraspear algo nervioso.

—Solo... Se una buena chica.

Le doy un billete de mil euros alejándome con la incomodidad plasmándose en mis fracciones.

—No.me.lo.creo...

—¡No hables tanto y camina!

Ignoro el tono de sorpresa en la pelinegra saliendo a una velocidad corriendo del concurrido aeropuerto queriendo apartarme del bullicio.

«Definitivamente nunca tendré hijos»

—¿En serio ese de allí eras tú?

Le lanzo una mirada que basta para que alce sus manos en paz y guarde silencio...

—Serías un padre maravilloso.

Golpea con suaves palmaditas mi espalda curvando mis labios en una sonrisa.

—No creo que...

—¡Calla! Yo seré la tía cool que los mimara.

—Puedes dejar de...

—Te dirán amargado y les daré condones para que estén preparados.

Sonrió por sus ocurrencias ignorando sus palabras, reconociendo muy en lo profundo que a veces tener una buena amiga es siempre lo que más puede coaccionar las tormentas que sostenemos dentro.

Cruzo miradas con una mujer mayor que no tarda en guiñarme el ojo von coquetería.

No es que no me llamen la atención las mujeres maduras, porque cuando de coños se trata muchas funcionan; sin embargo, las operaciones más hechas y maquillajes excesivos no son mucho lo mío, aunque la azafata de cabellos rojos llamó bastante mi atención, incluso con su forma tan suave de mencionar mi nombre en irlandés aumentó mi lívido, provocando que le ofreciera la mejor follada de su vida en el baño del avión.

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