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Maratón 2/3Pía Melina
Admiro mi reflejo en el pequeño espejo de mi armario, peinando mis suaves y largos cabellos rubios brillar por los rayos no tan visibles del sol que se adentra por la ventana de mi alcoba.
Muerdo mi labio inferior sosteniendo dentro de mí esa sensación de insuficiencia y soledad que se instala cada dos por tres, mientras siento como Moffy desliza su cabecita camina por mi pierna derecha, aclamando mi total atención.
Bajo mi mirada, encontrando sus bellos ojos cobrizos, mostrándome esa carita de cachorro degollado que me provoca más ternura de la necesaria ocasionando que deje mi cepillo en la mesa de mi escritorio, y extienda mis brazos para colocarlo encima de mis piernas.
—¿Acaso tienes hambre?
Sus enormes ojos me observan, pero no pierde la oportunidad de acurrucarse como la bolita de pelo que es entre mis cálidos brazos.
Sus ojos me observan, mientras lame mi mano como respuesta.
—Lo tomaré como un si.
Mueve su cola se con premura de un lado para otro, y algunos ladridos salen desde el fondo de su panza.
Lo vuelvo a colocar en el suelo de madera, atando mi cabello en una coleta bien alta que después me acomodaré bien, escogiendo unos jeans ajustados de cuero negro, con una blusa vaquera asimétrica de mangas largas negra oscura combinando a la perfección con mi sujetador de encaje y mis bragas en conjunto.
Me encamino a la salida de mi habitación, asomando mi cabeza entre el medio de la puerta y el marco intentando ver si alguien de los inquilinos se encuentra en pleno auge; sin embargo, mis ojos no divisan ningún movimiento sospechoso que deba alarmarme así que, con mucho cuidado y en puntilla de pie, comienzo a dirigirme al cuarto de baño que está a solo unos pasos en frente de mi alcoba.
Vuelvo a revisar que no haya nadie deambulando, percibiendo el frío y algunos copitos de nieve colarse por la ventana que da a la azotea, a la vez que abrazo mi anatomía esbelta completamente erizada, enviando un poco de calor a mis huesos.
Poso mi mano en el pomo frío de la puerta de madera, mientras con sumo cuidado de no hacer ni siquiera un sonido abro la puerta preparándome para entrar cuando termino chocando con alguien que no logro reconocer al tener mis ojos cerrados.
Lentamente y con mis latidos desbocados me digno a levantar la mirada, mientras abro mis ojos con calma, sin ninguna prisa a pesar de mi vergüenza que aumenta por segundos.
—Lo siento yo...
Trago, viendo como el repite mi acción, extasiándome con el excitante movimiento de su desarrollada manzana de Adán, bajando y subiendo, mientras sus inmensas manos se aferran a mis hombros, manteniendo mi figura a solo unos centímetros de la suya.
—Yo...
Intento decir al menos algo coherente, pero es como si mis neuronas se hubieran ido de vacaciones a Cancún sintiendo la fuerte corriente eléctrica que desencadenan las leves caricias de sus largos dedos en mi piel descubierta.
Deslumbro su perfilado rostro con su mandíbula cuadrada y la sombra de una barba de días, sus labios rojos y gruesos, su nariz respingona, provocando que sea mi momento de copiar su acción impulsando a que sus pupilas dilatadas se desplacen hasta la misma acción que repito, pero con mucha más posma. El ambiente comienza a tornarse tan caliente e hipnótico que honestamente ni siquiera deseo que se destruya para nada.
Un pequeño mechón de mi cabello decide hacer acto de aparición, invitando al castaño a que, con cuidado y con su mirada aún fija en la mía, posiciona esa hebra rubia justo detrás de mi oreja, rozando esa parte trasera que me obliga a cerrar los ojos, a la vez que un jadeo se escapa de mis labios volviendo el momento bastante incómodo para mí, porque el parece estar demasiado absorto en cada caricia.
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Perfect Doom
RomansaPia Melina es la chica dulce de veintitrés años que carga con una madre con cáncer. Dante Vivaldi es el hombre cruel y déspota que prefiere el libertinaje antes de una relación estable, menos conociendo la deuda que tiene con su padre. Ambos son c...