Capítulo 29:

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Maratón 4/4

Pía Melina.

Reír a carcajadas es una de las peores e insoportables necesidades.

Sentir los suaves y delicados brazos de mí madre, era como tocar el cielo con las manos, sentir las nubes blancas y esponjosas; es una de las cosas más maravillosas del mundo. Vivir apartada de aquella señora, se podía decir que era lo que más me dolía del cáncer.

La distancia.

La condenada lejanía.

Vivir con tu madre siempre se volverá una necesidad, más cuando eres hija única y tú padre os abandona en el peor de los momentos posibles solo hace empeorar todo. El caso es que... Mi madre y yo llevamos sin vernos creo que al menos unos meses, pero antes de que el tratamiento comenzara a dar resultado no podía venir de manera seguida, también estaba los gastos de los medicamentos que la única forma de pagarlos era con la ayuda de mis prácticas en la agencia de publicidad, la cual llego a mi en un momento de necesidad hace unos dos años como si... Como si mi jefe supiera que necesitaba ayuda y no dudara en tenderme la mano.

Sonrió encontrándome con el característico efusivo abrazo cariñoso de mamá que no duda en acogerme con bastante fuerza en sus brazos mientras ambas tomamos asiento junto a sus compañeras ignorando por completo la presencia de Ethan, al menos aquí siempre seré el centro de atención.

El jardín que complementa el pasto verde y bien cortado del centro está húmedo por el reconocido rocío de la mañana. La mayoría de las mujeres se encuentran dispersas por todos lados, algunas realizan jornadas de jardinería, otros leen libros, otras pintan e incluso puedes verlas bailar con música suave.

Sonrió feliz al menos de saber que mi madre no es la única que ha vivido por esta situación. No es que me haga feliz saber que sufrió los dolores y desvanecimientos que esto lleva, también que llegó el momento en que quería darse por vencida, pero al menos encontró otras compañeras capaces de contarles sus experiencias.

—Mi esposo me fue infiel con otra mujer mientras estaba embarazada.

Dalia una de las madres judías que lleva más o menos un mes en la clínica cuenta la historia sosteniendo entre sus dedos su antiguo anillo de casada.

—Lo sie...

Le resta importancia mostrando una suave sonrisa.

—Al principio no lo quería creer, el siempre había sido un hombre tan especial y atento que por más que mi hermana me lo repitió, me enseñaba las evidencias yo no me lo creía.

Todas la escuchamos atentas.

—Ese catorce de mayo fue el día en que me decidí a ver la verdad por mis propios ojos.

Limpia una leve lagrima de su mejilla.

—Me lo encontré con otra mujer en nuestra cama, el le decía tantas cosas, las mismas que me dijo a mi en su momento.

Alza la mirada al cielo tomando una fuerte bocanada de aire.

—Aún así lo que quiero que sepas es que, nunca debes esperar menos de las personas.

Me desconcierto.

—Noto que estás opacada y eso querida, no puede ser; eres hermosa y has sido una de las chicas que más a mostrado interés en los cuidados de su madre. La mayoría de nosotras estamos solas porque nuestros hijos tienen muchas más prioridades. Por tanto debes ser feliz, tocar la felicidad con los dedos. Alcanzar ese punto exacto donde la persona sepa retarte, sacar una versión fuerte de ti misma.

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