Capítulo 12:

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Pía Melina.

El cansancio es esa insoportable sensación que te mantiene compungida a estar por más de un tiempo indefinido sobre la suave comodidad de la cama... Aunque en realidad lo que estoy sintiendo es una pereza que me saca una media sonrisa mezclada con un deliberado suspiro de satisfacción.

Una fuerte ventisca de aire helado se cuela por el borde de mi ventana, provocando que me obligue a arroparme más en la cobija con ositos que recubre mi esbelta figura. Arrugo los ojos no queriendo despertar cuando siento los lametones que me propina mi cachorro con bastante ímpetu.

—Déjame dormir un poco más Moffy.

Medio entreabro uno de mis ojos cruzando miradas con el cachorro que no tarda en  ladrar ganándose mi entera atención...

—Solo... solo dame unos cinco minutos.

Ejecuto un movimiento con mis dedos sonriendo y tratando con todas mis fuerzas de que el cachorro comprenda la situación de mi sueño cuando un ladrido me hace levantarme sobresaltada con mis latidos acelerados.

Maldigo internamente con mi mano en mi pecho mientras me sobo mi trasero por la estrepitosa caída que mi perrito me acaba de provocar. Hago una mueca de dolor lanzándole millones de miradas asesinas a la cosita peluda que solo me mira con sus enormes ojos, dándome a entender lo que quiere el muy descarado.

—Me vengare, lo juro que lo haré.

Me pongo de pie viéndome ridícula con el pijama de ositos cariñositos con puntos rosas que protege un poco mi anatomía del frío.

Un bostezo se escapa de mis labios obligándome a cubrir mis labios con mis manos acomodando mejor los edredones que están tendidos en el suelo de madera de mi recamara. Otro ladrido de Moffy me alarma, casi dándome un infarto en el momento que a toda prisa tengo que coger uno de mis viejos gabanes que mi madre me tejía, peinando mi cabello en un moño alto.

Estiro mis huesos, percibiendo el crujir de estos, recordando lo que mi madre siempre me decía: "No estás mala, solo crujiente". Envuelvo el abrigo en mi anatomía, encaminándome a la puerta de mi habitación con mi fiel compañero siguiendo mi paso, mientras continuo con mis ojos cerrados por completo.

Mi cabeza se estrella contra la puerta.

«Mierda... Más despistada no puedo ser»

Maldigo a los mil demonios por mi estupidez sobándome con dulzura el chichón que se apodera de mi frente tornándose algo rojizo por el impacto. Abro la puerta colocando mi cabeza en el pequeño espacio que dejo a la vista, percatándome de los molestos ronquidos de la castaña que puedo divisar con su cabello desparramado en el sofá de la sala. Desvió mi mirada a la puerta de la habitación del castaño, escuchando algunas risitas que me invitan a sonreír por lo dulces que deben estar esos dos, superando los altercados de hace dos días.

Salgo de mi estupor caminando como la pantera rosa en dirección al baño con mis medias de mariposa cubriendo mis pies.

Giro el frío pomo de la puerta de madera que solo me eriza los vellos por lo helado del metal entrando al cuarto de baño liberando millones de maldiciones teniendo cuidado no caer como una tortilla al suelo como me ocurre muchas veces.

Me poso delante del espejo con Moffy sentado a mi lado, esperando que termine mi faena de lavarme mis dientes para sacarle de su maleficio.

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