Capítulo 49:

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Dante Vivaldi.

Nunca solemos reconocer los pequeños límites que la grandeza suele ofrecernos, tal ves, incluso nos volvemos ciegos de sus ganancias sin reconocer en todo su esplendor las pérdidas de creernos seres perennes que al final alejamos poco a poco a quienes nos adoran por simple vanidad.

Desde que conocí a mi barbie he comprendido poco a poco que estar destruido por los traumas del pasado no nos vuelve personas incapaces de demostrar o dar amor a quienes llegan queriendo ofrecernos lo mejor... A pesar de que no sepamos distinguir por completo las personas que merecen la pena y quienes no a causa de nuestro corazón.

La desconfianza al inicio es buena cuando solo buscas mantener sano un corazón... Pero como dice ese dicho verídico, "quien tenga miedo a morir que no nazca" porque al final del camino de eso se trata esta vida, de dar todo aún sabiendo que existe la más minúscula posibilidad de que te hagan daño.

Sonrío manteniendo mis manos en el timón del velero mientras admiro como el viento y las estrellas resaltan la maravillosa belleza de la rubia de ojos celestes.

—¿Te gusta lo que vez?

Relamo mis labios cruzando mis orbes marrones con las esferas azules cobalto que cubren, y protegen sus largas pestañas, delineando con mi mirada sus curvas en ese diminuto vestido veraniego, con su espalda al descubierto mostrando la pequeña gaviota tatuada en su parte baja, a solo unos centímetros de su trasero diminuto pero delicioso.

—¡Es demasiado hermoso! Gracias por traerme.

«Mierda»

Maldigo en mi interior sintiendo el aleteo frenético ejecutado por mi órgano palpitante con solo ver el deslumbrante brillo en sus pupilas deleitándose con la belleza de las aguas de Puerto Rico  mientras la luna se muestra a sí misma completa resplandeciendo por completo.

El tiempo ha transcurrido como el agua y la verdad es que saber que mañana será el día en que Ethan y Darla se unan finalmente en matrimonio me rellena de paz, reconociendo finalmente que cada una de las diminutas piezas de este túrbido rompecabezas se han ido arreglando con el tórrido transcurso del tiempo que no ha hecho más que demostrar lo capaz que soy de malcriar a una persona con solo ver sus labios moverse en una sonrisa de felicidad.

«Vamos que estoy bien cojido de las bolas»

El aire despeina su cabello y mueve las velas del velero «Robby Bonny» nombrado por la misma Pía y comprado como uno de sus regalos de cumpleaños después de que su madre hace unas semanas atrás me lanzara la indirecta de que su pequeño ángel siempre había querido ver las aguas luminiscentes de Puerto Rico, las conocidas playas de leche.

Flashback:

Mantengo mi atención en los filetes de cerdo y el olor tan deliciosamente adictivo que desprenden cada uno, mientras vierto un sofrito que agita más las llamas del fuego intenso desprendiendo humo a más no poder.

—¿Alguna vez creíste que estaríamos así?

Dirijo mi mirada al castaño a mi lado con expresión confundida.

—¿Así como?

—Así... Con personas que suman más de lo que restan a nuestra vida, sin pensamientos absorbentes y tú actuando como un osito de peluche con una mujer mucho más baja que tú.

Escucho cada una de sus palabras medio indignado.

—No me dejo gobernar por una mujer más baja que yo.

Me enfurruño encogiendo mi rostro en una mueca de espanto volteando los filetes mientras le doy un pequeño sorbo a mi whiskey.

—¿Seguro de lo que dices?

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