Capítulo 31:

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Dante Vivaldi.

Arrugo mi ceño apoyando mi antebrazo en la encimera de la cocina mientras sostengo una taza de café humeante en mis manos dándole suaves sorbos constantes.

Darla se mueve de un lado a otro y en lo único que puede pensar mi cabeza es en las ganas que tengo de que Pía acabe de llegar.

Traerla en brazos no fue una de las mejores decisiones de mi vida... Últimamente todas las decisiones que la incluían a ella siempre terminaban siendo las peores.

Se lo que ella me está causando, conozco los riesgos de acercarme más de lo que debería a su persona y... No puedo evitarlo por más que quiera porque me veo atraído por la calidez de su luz y tampoco ayuda que mis amigos sean sus amigos... Es un jodido circulo vicioso.

—¿Crees que querrá hablarnos después de esto?

Darla acaba con su perfecta manicura moviéndose de un lado para otro intranquila.

—Pía puede llegar a ser un poco dramática con lo que a las mentiras se trata, pero siempre perdona.

Valeria se acomoda en mi sofá, jugando en la play ignorando los nervios e inseguridades de Darla que no hace más que moverse de un lado a otro temerosa con sus hombros temblando.

—Sabía que no debíamos mentirle... Aún así os seguí el consejo como toda una tonta... ¿y si nunca sale? ¿Y si...?

—Joder deja ya de moverte; me tienes hasta los cojones.

Sostengo con más fuerza de la necesaria envolviendo su curvilíneo cuerpo entre mi cuerpo sintiendo cómo apoya su cabeza en mi pecho. Tranquiliza sus emociones después del sobresalto encontrándose con la calma que necesita.

—Gracias, es que... No quiero perder la amistad de Pía, ella es tan...

—No te preocupes lo entiendo.

Le doy algunas palmaditas un poco incómodo por el evidente toque momentáneo impuesto con tal de que esté en calma que terminó casi escupiendo un arcoíris de lo cursie que se me pasa por la cabeza con la sola mención de la rubiecita.

«¿Qué mierdas me está pasando?»

Me paso la mano por el cabello tragando en seco en el momento que se escuchan los tacones retumbar finalmente por los corredores del apartamento  encontrándome con... ¡Joder! ¡Mierda!¡Carajo! ¿Como algo se le puede ver tan bien? El vestido de flores veraniego le queda perfecto en su cuerpo diminuto resaltando las pequeñas partes de su dulzura que... ¡Controlate!

Mi mirada es tan intensa que en el momento que levanta sus ojos cruzándolos con los míos, sus mejillas se sonrojan; pasa la mano por sus mechones rubios dejando algunos detrás de su oreja, mientras se muerde su labio inferior.

En un impulso que no tengo ni la más mínima idea de dónde carajos salió me encuentro justo enfrente de ella con mis manos en su labio inferior sintiendo la suavidad, el dulce olor y unas estupidas ganas de besarla.

Se aparta de manera instintiva lanzándome una mala mirada que solo acentúa mis ganas de sacarla de quicio para ver cómo se le arruga las esquinas de sus ojos.

—¿Decidió honrarnos con su presencia majestad?

La molesto encontrándome con su vena sobresaltando.

—¡Aléjate de mi!

Doy un paso en su dirección escuchando el repiqueteo de mis latidos contra mi pecho reconociendo perfectamente la mezcla de... ¡No, es imposible maldita sea!

«¿Qué mierdas me está pasando?»

Me alejo un poco tratando de aclarar mis ideas; respiro y solo puedo pensar en una cosa... Huir. Estamos tan absortos en nuestra guerra de miradas peligrosas que no nos damos cuenta de la pareja de enamorados que se magrean al lado de nosotros.

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