Capítulo 45:

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Dante Vivaldi.

Contemplo el inmenso despacho cubierto con pequeños adornos de madera, cientos de cabezas de animales salvajes que usualmente solíamos cazar cuando éramos más pequeños Romeo y yo junto al ser que espero haga acto de aparición.

Sus lecciones siempre venían atadas a una de esas frases frívolas que solían quedarse plasmadas en mi subconsciente a la edad de cuatro o seis años.

Mis cumpleaños siempre eran los momentos decisivos para salir a cazar, el frío diciembre es reconocido como una de las mejores etapas para la captura de algunos animales salvajes a pesar de que la mayoría se encuentran invernando.

Jugueteo con algunos de los anillos de plata que ahora adornan mis dedos sosteniendo también el vaso con brandy que ni siquiera deseo o anhelo beber, es como si el solo hecho de ver la bebida me provocará arcadas insuperables.

Pellizco el puente de mi nariz tomando una buena bocanada de aire que termina sacándome una media sonrisa con los recuerdos de hace dos días, después de todo hoy es la gala y nuestro viaje de regreso ya está propuesto en mi agenda para el día exacto de la despedida de soltero de Ethan.

La emoción en el rostro de la rubia, los gritos cuando nos lanzamos a la piscina y todo lo que siguió después no fue más que una de las mejores experiencias de mi vida. No entiendo aún, cómo he sido capas de no haberla ido a buscar mucho antes... Supongo que el miedo siempre nos detiene a hacer las cosas que muy en el fondo sabemos que nos harían demasiado bien.

—¿Te he hecho esperar demasiado?

Alzo la mirada encontrándome con una de las personas que más quisiera ver extinguirse de la faz de la tierra.

—No entiendo aún para que enviaste a tus matones a buscarme... Estaba cerrando unos negocios importantes.

Me cruzo de brazos esperando a que tome asiento en la silla que está detrás de su escritorio manteniéndome con esa expresión de pocos amigos que me caracteriza.

—No comas ansia hijo.

Me ensalzo ajustando con fuerza mi mandíbula.

—Ni siquiera intentes llamarme así.

Sus fracciones se acentúan curvando el borde de sus labios en una media sonrisa que empeora más que nada la incomodad de mis músculos que se tensión con cada segundo que transcurre en un agotador silencio.

—Que lastima que por más que no puedas evitarlo llevamos la misma sangre... Es inevitable que sigas renegando de quien vienes.

Entrelazo mis manos sobre mi regazo.

—No reniego nada, solo te aseguro que venir de una escoria como tú no es un logro.

Tomo una extensa bocanada de aire queriendo mantener la calma y no lanzarme de lleno a su yugular cuando...

—Señor, el señor Thompson y su hija ya están aquí.

Mis hombros se tensan volteando mi cuerpo en dirección al hombre que se pone de pie haciéndole una seña a sus trabajadores.

—Hazlos pasar, hay muchas cosas que debemos hablar.

Ajusto mi mandíbula con más fuerza de la necesaria.

—¿Que mierdas es lo que estás planeando?

Entrelaza sus manos con una ferviente sonrisa al ver mi expresión completamente desconcertada aún ignorando por completo la tensión que se remota en el ambiente cuando las puertas se abren lentamente dándole paso a la familia Thompson en todo su esplendor.

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