Capítulo 9:

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Maratón 2/3

Dante Vivaldi.

La resonante música, las luces de varios colores, los gritos junto a los otros sonidos que me rodean se quedan en segundo plano a pesar de los consecuentes dolores de cabeza que no me dejan disfrutar de mi bebida alcohólica.

Tengo guardada la frustración, mezclándose dentro de mi persona con la incómoda rabia de saber que el pasado es algo que a muchos nos persigue constantemente.

—¿Harás algo con respecto a Glinda?

La sola mención de su nombre reactiva los revoltijones de mi estómago. Esa pelirroja es una mujer empeñada en destrozarme mi poca capacidad motora con su actitud dominante.

—Eso quiero, más si puedo joder a mi padre.

Ethan sostiene la botella en su mano recibiendo gustoso el buen trago del líquido amniótico que quema tu cavidad bucal y te hace actuar como no debes. 

—¿Los padres de Sahira saben lo qué pasó? 

Desvío mi mirada a la pared llena de botellas bien apiladas queriendo apagar la opresión en el pecho que solo trae a mi memoria el recuerdo del disparo de aquel momento.

Trago, apretando el vaso con fuerza entre mis manos para no deshacerme.

—Lastimosamente no les he podido dar la noticia, no creo que...

Posa su mano en mi hombro percatándome de lo rápido que me deshago en ese momento.

—Lo entiendo.

Suspiro dándole un extenso trago a mi whisky agarrando las ganas que me abordan de golpear a quien se interponga en mi camino. El sabor amargo de la bebida sacia mi rabia en lo que mantengo mi mirada en la multitud de personas que mueven sus caderas en la pista con sus cuerpos llenos de sudor.

—No comprendo aún cómo tu padre se empeña en destruirte tanto.

Asiento en completo silencio deteniendo mi mirada en una rubia que creo me parece conocida, pero al voltearse me percato de que no... No es la persona que busco.

«Odio verme tan decepcionado»

No se que carajos me hizo esa maldita mujer... Definitivamente denoto lo jodido que estoy con solo tenerla clavada más tiempo del necesario en mis pensamientos. Mis dedos aún pican con el recuerdo de su piel tersa debajo de ellos armonizando mis demonios internos.

Odio concentrándome en la manera en la que me encantaría tenerla aquí conmigo, no de la manera que usualmente me gusta tener a las mujeres... Una de forma más extraña.

—¿Todo está bien? Se que puede joderte lo qué pasó con...

—Conocí a alguien.

Abre sus ojos de manera exagerada denotando en ellos la sorpresa y el impacto que le causan mis palabras.

—¿Tu? —asiento gruñon—, ¿conociste a alguien?

Vuelvo a asentir delimitando mis acciones porque de verdad que quisiera golpearlo en estos momentos.

—Espera, ¿ya te la follaste?

Ruedo los ojos bajando la mirada nervioso por primera vez en mi maldita vida.

«¿Que mierdas está pasando?»

—Así que no te la follaste, ahora definitivamente si debo saber quien es para arrodillarme ante ella.

Relamo mis labios curvando mis labios en una sonrisa cuando hace una suave reverencia.

—¿Y es que acaso no puede ser un el?

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