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El evento se hizo más ameno con Camila al lado, era bonito tener una amiga en ese mundo.

Camila y yo nos quedamos aisladas en un sofá muy apegadas, me sorprendí al ver a Camila así, las copas de champán que estaban vacías en la mesita de cristal eran testigo de cómo Camila había acabado.

Camila estaba en actitud bastante cariñosa, definidamente el alcohol no era su fuerte, intenté apartarla como pude, no quería sobrepasar los límites, bastante disgustada estaba ya con lo que me había dicho el psicólogo.

Camila se levantó del sofá y me dio la mano para que bailase con ella, no perdía nada por aceptar un baile con ella.

Camila seguía intentando algo más, pero yo seguía negándome.

-Estamos a kilómetros de casa, nadie se enterará- colocó su dedo índice en mi boca.

Por impulso me eché para atrás, haciendo que perdiera el equilibrio y casi acabase en el suelo, Camila soltó una leve carcajada al ver mi reacción ante sus palabras.

En ese momento pensé en Barbara y mi cara cambió totalmente.

-¿Estás bien? ¿Hice algo mal?- Camila sonaba preocupada.

Negué.

-¿Entonces?- Camila volvió a tocarme.

-No deberíamos hacerlo- me tapé la cara avergonzada.

-Tu novia no se enterará- me quitó las manos de la cara y me besó.

Me quedé completamente petrificada ante aquella acción, por suerte en ese momento apareció de la nada otro chico a saludarla, y Camila tuvo que comportarse, el chico se unió al sofá con nosotras y yo lo agradecí muchísimo.

-He visto que te gustan los coches rápidos ¿quieres probar el mío?- me miraba entusiasmado.

-No deberías llevarla a esas cosas, Sean- Camila le miró mal.

-Sólo se subirá, nadie dice que tenga que correr- bromeó.

Me quedé mirando a Sean, sigo sin creer que esté en un sofá con Sean Kingston y que me quiera dejar probar su coche.

Volví a mirar a Camila, ella no estaba de acuerdo en lo que iba a hacer pero algo dentro de mi me decía que tenía que hacerlo.

-Acepto- levanté la copa y brindé.

-Genial, nos hacemos algunas fotos más y nos vamos a por mi Lamborghini Huracán- sacó su móvil y empezó a grabar.

Sean y yo nos hicimos varios vídeos cantando en su Instagram, fue algo bastante sorprendente, se me había pasado el cansancio a su lado, sin duda había merecido la pena venir.

Nos despedimos de una Camila un poco molesta y salimos de aquel evento, Sean pasó su brazo por mi hombro y me guió hacia su Lamborghini, era una pasada en color naranja y esta noche lo iba a conducir yo.

Sean me dio sus llaves y yo me subí sin pensármelo dos veces, el coche era una maravilla, tenía los nervios a flor de piel, Sean sólo disfrutaba viéndome.

-Disfruta de este momento- se frotó las manos.

Yo encendí el coche y comencé a conducirlo, el coche iba solo, quería gritar de la adrenalina que sentía por dentro.

-Deberíamos subir un poco la velocidad ¿no?- me miró.

No me lo pensé dos veces y fui subiendo la velocidad poco a poco, me temblaban las piernas ante tanta velocidad pero me era imposible poder parar, me sentía la reina del mundo y era una sensación maravillosa.

-Más, súbele más- Sean bajó la capota para que se hiciera descapotable.

El aire me pegaba en la cara, mi pelo se había enredado y apenas podía ver pero seguía subiendo la velocidad, Sean puso su disco y empezamos a cantar sus hits, la gente nos miraba, no se podía apreciar a simple vista por la velocidad pero todo el mundo se giraba a vernos cuando escuchaban sus canciones.

Todo fue maravilloso hasta que vi por el espejo retrovisor las luces de la policía, ambos nos miramos asustados.

Mierda.

Fui bajando la velocidad como intuía que el policia quería que hiciese, me la había cargado.

Tenía el pelo horrible debido al viento, el policía bajó de su coche y yo me quedé quieta esperando que se acercase.

-No te preocupes que esto aquí pasa mucho- quiso quitarle importancia Sean.

-Espero que no nos hagan perder mucho tiempo, mi avión para París sale en la madrugada y no me gustaría tener que perderlo.

El policía se acercó, llevaba una linterna en su mano derecha, nos apuntó con ella y yo me cegué.

Maldito imbécil.

-¿Sabias a qué velocidad ibas?- dijo furioso.

Sean y yo nos quedamos callados.

-Documentación.

Sean sacó la documentación del coche y el policía comenzó a mirarnos.

-¿Habéis bebido?

Él y yo nos miramos, sabíamos que sí pero no podíamos decir que lo habíamos hecho.

-Le vamos a hacer la prueba de alcoholemia.

Mierda.

La prueba de alcoholemia fue tan desastrosa como se esperaba, me hicieron bajarme del coche y luego hicieron bajar a Sean.

-Agente, díganos cuánto nos costará esto, tenemos un poco de prisa- dijo Sean con prepotencia.

El agente nos miró y resopló, sacó su walkie-talkie y comenzó a hablar.

-He localizado a dos chicos en una carrera ilegal, duplicaban la velocidad y triplicaban la tasa de alcoholemia- nos miró de mala gana.

El policía nos obligó a ir a comisaría con él, debido a que ninguno podía conducir porque habíamos bebido se quedaron el coche hasta que alguien pudiese conducirlo, mi avión salía en pocas horas y yo estaba en comisaría posando con un cartelito y mi altura marcada detrás.

Sin duda mañana sería portada de más de una revista, la noche había acabado lamentablemente.

Sean pagó la multa y nos dejaron irnos, esperamos a que un amigo suyo viniese a por el coche y les pedí que me dejasen en mi hotel, tenía que recoger las maletas para irme al aeropuerto, París me esperaba.

Me despedí de Sean y de su amigo, por la noche tan memorable que me habían dado, sin duda será una noche para recordar.

Miré mi móvil, tenía muchas notificaciones pero sólo quería echarme a dormir aunque sea unos pocos minutos, subí corriendo hacia mi habitación de hotel y me di cuenta de que ya tenía que irme al aeropuerto, maldición.

•Barbara Palvin y tú• Famous in love•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora