5- Alan el pesado

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Tamborileo mis dedos sobre mi rodilla mientras espero sentada a que mi mejor amigo y su novia lleguen.

Alan se la ha pasado con el teléfono todo el rato. El tipo ni habla.

Y bueno, sé que no tenemos confianza ni nada por el estilo, pero es molesto —para mi— estar al lado de una persona y que esta no diga ni pio.

—Hemos vuelto chiquitos —Samantha entra sonriendo a la cabaña—. Y traje mucha comida.

—Dirás que yo las traje —Matteo entra detrás con más de cinco bolsas—. El trabajo lo hice yo.

—Pero yo hablé.

—Ajá, ahora sé que hablar cansa.

—Ñeh —la chica le enseña la lengua.

—Dejando atrás el drama —Matteo coloca las bolsas en un sillón y luego estira sus brazos—. ¿Vamos al agua o que? Vinimos a divertirnos no a mirarnos las caras.

—No estaría mal —me encojo de hombros.

—¡Eso! —Samantha se quita el vestido quedando en traje de baño—. Agua allá vamos.

—Ve y cámbiate Cami, te esperamos aquí —Matteo me dice sonriendo y asiento.

Pues ahora verán mi hermoso cuerpo.

Voy al baño de la cabaña y quito mi ropa. En el espejo que se encuentra dentro observo mi cuerpo en traje de baño y me encojo de hombros.

A veces me ofendo a mí misma, pero la verdad es que mi cuerpo no es nada feo. No es tan desarrollado como otros, pero al menos estoy en forma.

El amor propio siempre es demasiado importante, pero nosotros, los adolescentes, preferimos criticarnos antes decirnos: yo me amo tal y como soy.

Salgo del baño para ir a la sala y al llegar me quedo en shock.

Mi boca más seca que nunca.

Mis ojos acaban de tener un orgasmo visual.

Y mi mente acaba de grabar la imagen para nunca borrarla.

Y tu conciencia ya fantasea con tenerlo entre las piernas!

¡Conciencia!

Joder, que bueno está Alan Parker.

Mis mejillas se encienden al instante.

—Las babas para otro rato —el chico me saca de la cápsula "cómetelo todito" al decirme eso.

—Ni tan bueno que estás —ruedo mis ojos y muerdo mi lengua porque en verdad sí está bueno el chiquito.

—Vámonos —Matteo se acerca a mí, toma mi mano y la de Samy con la otra libre.

Juntos vamos al agua y al yo tocarla con los dedos de mis pies chillo.

—Está bien fría —protesto.

—Ay pero si eres bien floja —Alan me dice al pasar por mi lado.

—Cada uno con sus cosas —otra vez en el día vuelvo a rodar mis ojos.

—Ya te acostumbras cuando estás dentro —Samantha me dice y agarra mis manos para tirar de ellas y llevarme hasta donde el agua nos da por un poco más arriba de la cintura.

—Es cierto —sonrío—. Aquí no está tan fría.

—Ahora Cami, agarras tu collar y pronuncias: deseo convertirme en sirena —Matteo bromea y comenzamos a reír.

                            (....)

—Ay no, ¿cómo se te ocurre? —Samantha rueda sus ojos—. No haría algo así.

—¿Enserio? —Matteo le pregunta y ella asiente—. Por eso es que te amo.

Y comienzan a besarse, en medio de un restaurante de la playa, donde estamos esperando a que nos traigan el almuerzo.

—¿Podrían dejar las cursilerías para cuando estén a solas? —Alan les dice y los dos dejan de intercambiar saliva—. Por Dios, miren donde estamos.

—Ay ya, a quien le moleste que soporte.

—Sí claro y si andamos con ustedes pues aguantamos —el pelinegro cruza sus brazos.

—Llama a tu novia y haces lo mismo —Samantha sonríe divertida.

¿Novia?

¿El pesado tiene novia?

Vaya.

¿Celosa?

¿Cómo estaría celosa de alguien que conozco apenas hace cuatro horas y antes sólo había visto por fotos?

—No haría eso delante de todos —Alan resopla—. Es... vulgar, por así decirlo.

—No sabes lo que es vulgar —Matteo canturrea—. Vulgar sería meter mi dedo de enmedio en la boca de Samantha y luego sentarla encima...

—¡No a los detalles! —lo callo rápidamente.

—Uh, tú y Alan podrían ser buenos amigos, se parecen en muchas cosas—. Samantha nos mira divertida—. Aunque Cami me cae mejor.

—Su almuerzo —los meseros llegan hasta nosotros y dejan en el centro de la mesa un plato para cada uno.

Un plato que si me como los cuatro juntos me quedaría con hambre.

Cuando los meseros se marchan me quedo mirando a Matteo, él enarca una ceja.

—¿Qué sucede?

—¿Qué sucede? —cruzo mis brazos y señalo mi plato—. Esto sucede, me quedaré con hambre.

—Además de floja glotona —Alan rueda sus ojos.

—¿Perdona? —lo miro.

—Lo que escuchaste.

—Ignóralo —Samantha me dice—. Es así de pesado.

—Ya veo —suspiro y me centro en mi diminuto almuerzo.

¿Para qué rayos compraron comida entonces?

¿Para mirarla?

Por Dios.

—Es cierto, es poca comida —luego de que todos terminamos de comer Matteo murmura.

—¡Ay sí! —Samantha resopla—. Deberíamos ir a la cabaña y cocinar un poco, ¿no creen?

Sí, digan que sí.

—De que vamos vamos —mi mejor amigo asiente.

—¡Sí! —sonrío y Alan enarca una ceja.

—Eres tan molesta como mi hermana.

—Y tú eres tan molesta como una hormiga en el ojo —le hago una mueca y me levanto.

Definitivamente es un pesado.

                   

Solo él✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora