Capítulo 28: Sirviente

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-Evidentemente, vine a revisar si mi señor seguía vivo- Dominik se acercó de inmediato al brujo, pincándole el pecho con el dedo unas cuantas veces de forma acusatoria -¡Cada vez está más acabado por tu culpa! Pinché insensible. Suéltalo ¿No ves que lo lastimas?-

Tanto Elliot como Joel rodaron los ojos ante el comportamiento teatral del incubo.

-No le insistas, Domi. Él se pierde de toda la experiencia que es ser alimento mío- miró al menor y le  guiñó un ojo con coquetería -Además, al menos ahora me deja salir y comer de otros humanos... Aunque bueno, ya que este idiota se aferra a ser mi amo... -

-Gracias, cuánto respeto- Elliot interrumpió.

-De nada- el mayor respondió antes de proseguir -Ya que se aferra a ser mi amo debe saber que tendrá que alimentarme sí o sí o nuestro lazo se debilitará, yo moriré y entonces a él le caerá la terrible peste roja de los infiernos-

Sus ojos se posaron en los del brujo con total seriedad, causando que a este se le revolviera el estómago ¿De qué peste hablaba el mayor? ¿Sería condenado por los seres del averno si dejaba morir a uno de los miembros de la familia real?

Elliot empezaba a ponerse pálido de los nervios ante esa perspectiva, jamás considerada antes, cuando una pregunta del incubo más joven rompió la tensión en el ambiente.

-¿Cuál es la maldición de la peste roja señor?-

El de piel manchada observaba al mayor con curiosidad.

-Le aseguro que no he leído de ella... Dígame en que libro se la menciona para revisar también lo del otro asunto. Porque no me suena nada-

La expresión de Joel se torno fría y sólo atinó a acariciarse la frente con los dedos mientras usaba su cola para golpear al vizconde en la nuca.

-¡Auch!-

Elliot ató cabos rápidamente y solo sonrió, mirando con burla al mayor.

-¿Tan innombrable es esa peste que ni siquiera el pendejo de aquí la conoce?-

Un ligero rubor cubrió las mejillas del príncipe, mientras desviaba la mirada y jalaba con la cola la muñeca del otro incubo.

-Chinga tu madre y vete a dormir- gruñó -Dominik y yo tenemos cosas de que hablar que un simple humano no entendería-

El brujo apenas y podía contener la risa ante la forma tan estúpida en que Domi echó abajo la mentira del mayor. No dijo nada y solo volvió a su recámara.

-Lo siento, mi señor, no sabía que estaba inventando eso- el incubo miró a Joel arrepentido -Si quiere vuelvo y le digo que ya me acorde qué maldición es esa.... ¡Es más! ¡Puedo decir que mi tío se murió de eso!-

Bitru lo soltó en cuanto estuvieron en el claro, fuera de la cabaña.

-La próxima vez que vayas a hacer preguntas idiotas, hazlas dónde Elliot no pueda oirte- gruñó. Tras un largo suspiro, volvió a centrar su mirada en los ojos lilas ajenos -¿Cuál es la situación? ¿Encontraste algo de utilidad?-

El rostro del menor se volvió más serio y adoptó una postura formal mientras, con una pequeña flama púrpura, hacia aparecer un pergamino.

-He revisado más de 700 libros hasta ahora y sigo sin encontrar ninguna forma de liberarlo más allá de que el humano lo haga... O de que el mismo muera- añadió.

Joel se aproximó a él para revisar la lista que acababa de emerger, leyendo rápidamente para comprobar que los libros más comunes sobre tratados ya estuvieran ahí.

Tu alma es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora