Capítulo 35: Desconfianza

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-¡Elliooooooot!-

El panadero se lanzó a los brazos del brujo apenas lo divisó en el pórtico de la cabaña.

El nombrado apenas tuvo oportunidad de reaccionar cuando sintió un beso en su mejilla y el aliento de Ezra susurrando algo contra su oreja.

-No tienes idea de todo lo que te haría si tan solo Joel y el señor Doris no estuvieran mirando- dio otro pequeño beso, esta vez en el lóbulo de su oreja y se apartó para dedicarle una mirada intensa

-¡Buenas tardes!- Doris saludó con el mismo entusiasmo de siempre -Espero nuestra presencia no sea un inconveniente. Le dije al jóven Ezra que me dirigía hacia aquí a ver que tal iba la poción y se apuntó de inmediato a acompañarme- dió unas palmaditas en el hombro del panadero, que ya había marcado distancia con Elliot.

Joel rodó los ojos, fastidiado con las presencias del cazador y el pelinegro, especialmente la de éste último. Intercambió una mirada con su amo solo para notar la intensa energía de deseo que emanaba de él; eso aumentó su enfado.

-Tenía muchas ganas de verte, hace días que no vas al pueblo- Ezra le dedicó una gran sonrisa.

-Ah...- el menor seguía atarantado y algo rojo por los besos -Es que... E...-

-Teníamos mucho trabajo- Joel interrumpió -Estuvimos ocupados con la poción del señor Doris-

Se arrepintió casi al momento de haberlo dicho, pues la expresión de Elliot cambió por completo a una brillante que cautivó de inmediato al panadero... Y a él mismo.

-¡Es verdad! La poción ya está lista señor, fue un éxito. Tuve que tratar muchas veces pero creo que por fin dió los resultados que debería, así que vamos por ella-

Ante tal entusiasmo, Ezra y Doris solo sonrieron y retomaron su camino al interior de la cabaña, dejando al incubo solo en el pórtico, con un hueco en el estómago por lo que significaba todo aquello.

-¡AHH!-

El grito del panadero al interior de la vivienda hizo que todos los sentidos del demonio se pusieran en alerta, sobre todo al recordar cierta "trampa" que había puesto antes para su apuesta de asustar al brujo.

Entró corriendo y lo único que  encontró fue a Doris y Elliot en torno al pelinegro, que estaba sentado en el piso acariciandose un pie.

-L..lo siento, es que me tropecé- se explicó con torpeza.

Joel en cambio no dijo nada y caminó a toda prisa hacia el cuarto de las pociones, cerrando la puerta a sus espaldas.

-¡Oye!- Elliot lo había seguido y la puerta estuvo a poco de darle en la cara -Necesito entrar por la poción, abre- golpeó desde afuera.

-Espera un poco, es que dejé algo mio por aquí y es privado-

Inventó rápidamente, esperando que el menor no preguntara mucho al respecto.

Abrió el pequeño armario de pociones al fondo de la habitación y casi de inmediato una bola de pelo negra saltó para adherirse a su cara en medio de una serie de ruidos que asimilaban gruñidos.

-¡Agh!- se quejó en voz baja mientras luchaba unos segundos hasta que finalmente logró apartarla de su cara.

Era una araña. Una araña del tamaño de un perro pequeño que él se habia encargado de hechizar para que tomara ese tamaño y además saltara sobre el primero que abriera la puerta. Una hora antes le había parecido una excelente forma de asustar al brujo, nunca esperó que él quisiera abrir el armario con visitas presentes.

Tu alma es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora