Las emociones humanas eran complejas de entender para una criatura que no se compadecía de ellas: los demonios no tenían en su naturaleza sentir empatía.
Sin embargo, Joel no disfrutó de escuchar una especie de sollozo colarse desde la habitación del brujo. En un primer momento, trató de ignorarlo y de dormir, pero al final acabó sintiendo una extraña inquietud de qué podría estar causando esa reacción en el humano; de todos modos, no queria preguntarle. Seguramente esa preocupación sólo se debía al contrato de amo y familiar, sería tonto exponer eso ante el menor.
La mañana llegó por fin y antes de que el demonio pudiera preguntar cualquier cosa o preparar el desayuno como solía hacer, Elliot salió de su cuarto, fue por sus pociones y se marchó al pueblo a toda prisa.
-Tsk... Ni siquiera me agradeció que limpié el pórtico- gruñó el mayor, mirándolo alejarse a toda prisa.
Algo estaba mal con el contrario, no se necesitaba ser un genio para saberlo. Y ese algo estaba relacionado con la herida de su mano y sus idas al pueblo todos los días... Ahora que Elliot le permitía abandonar la cabaña, Joel tenía un nuevo propósito en mente: averiguar que hacía el chico en el pueblo cada día.
No iba a poder acercarse como si nada puesto que seguramente metería en problemas a su amo si alguien reconocía que trabajaba con un demonio. Se paró frente al espejo unos segundos y con un breve "puff" hizo desaparecer sus cuernos y cola, tomando la apariencia de un humano corriente.
-Claro que puedo aparecer así en el pueblo, pero...- miró su reflejo unos segundos -Elliot va a reconocerme...- necesitaba algo más sutil si quería conocer realmente lo que sucedía con su amo.
Luego de un suspiro y un corto estallido de humo, el varón quedó convertido en un gato negro de ojos verdes: Elliot no estaba enterado de su habilidad de cambiar de forma, así que resultaría más sencillo observarlo de cerca sin que sospechara nada.
Joel salió de la cabaña y corrió por el bosque hasta alcanzar a ver al menor unos metros más adelante. Decidió mantener una distancia prudente porque no sería muy normal encontrar un gato de la nada en el bosque, se aproximaría a él en cuanto llegarán al pueblo.
Tardaron un rato en ello; Elliot mantenía un ritmo demasiado lento a comparación de cómo había huido de la cabaña más temprano.
Llevaba su maleta en la mano sana y no tardó en dirigirse a una de las plazuelas del pueblo, acomodándose en una banca frente a la fuente y abriendo su maleta mientras colgaba un pequeño cartel de la misma, anunciando su oficio.
-Iniciamos otro día...- el joven murmuró en un suspiro profundo mientras miraba a su alrededor expectante, como esperando a que algo pasara.
Ese evento no tardó en ocurrir, cuando un hombre robusto y de barba se acercó rápidamente donde el menor, con una clara expresión de burla en el rostro.
-Así que decidiste ignorar mi advertencia de ayer, niño- se plantó frente a la maleta y se cruzó de brazos -Creí ser muy claro en que en este lugar no necesitábamos a ningún charlatán sin talento-
Elliot cruzó su mirar con el ajeno.
-... Podría, para empezar, dejar de meterse donde nadie lo está llamando- frunció el entrecejo -póngase a hacer su trabajo y déjeme a mí hacer el mío-
Al sujeto no le gustó nada la respuesta del brujo y se acercó con clara agresividad en sus ademanes.
-¡Más te vale que cuides tu insolencia! ¡No eres más que un ladrón estúpido! Estafas a la gente con tus pociones de porquería usando el nombre de tu madre para darte fama- estaba acercandose más al varón -Si no quitas tu sucio puesto de esta plaza volveré a romper tus frascos hasta que... ¡OUCH!-
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Tu alma es mía
FantasíaElliot es un joven brujo que intenta seguir los pasos de su madre y ganarse la vida vendiendo pociones, sin embargo tiene un problema: la magia no se le da muy bien. Frustrado de no mejorar pese a años de práctica, decide evocar a un demonio para...