Capítulo 5: Bautizo

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Ajeno a lo que estaba sucediendo en el infierno, Bitru se levantó del sillón como acostumbraba cada mañana: maldiciendo al imbecil de Elliot.

Le habría encantado la historia si los planes del brujo hubieran resultado como deberían. En lugar de ser él, sería Berith quien debiera levantarse a limpiar la cabaña y a conseguir ingredientes para las pociones del menor... Lamentablemente las cosas no eran así.

Gruñó mientras estiraba los músculos luego de ponerse de pie. El sillón era horriblemente incómodo y no dejaba de golpearle justo en el orgullo que su amo no le cediera un lugar digno para dormir.

-Tsk... Soy un príncipe... Debería ser ese sucio humano quien durmiera en el sofá- murmuró entre dientes mientras se recogía el cabello en una coleta y se alistaba.

Bitru estaba harto. No podía comprender cómo pasó de ser un príncipe importante, con un país entero a su mando, a un simple sirviente que recogía hierbas, piedras y otras cosas para reponer los ingredientes que Elliot iba agotando en sus pociones fallidas.

Había mucho trabajo por hacer y él apenas tenía energía para realizarlo: llevaba casi tres semanas pidiéndole a Elliot que lo "alimentara" como se debía, pero el brujo seguía negándose rotundamente a ello, argumentando que comiera como la gente normal. Al parecer no entendía de organismos demoníacos.... Y por si aquello fuera poco, tampoco tenía permitido alejarse de la cabaña o acompañar al menor al pueblo. Estaba prisionero.

Elliot salió de la habitación en el momento justo en que el demonio colocaba el montón de ingredientes en la mesa de la cocina.

-¡Buenos días, Berto!- saludó animosamente -Que buen muchacho eres por ayudarme a conseguir lo que necesito ¿ves como si puedes ser un gran asistente?-

Ver al brujo de tan buen humor solo irritaba más al mayor.

-No tienen nada de buenos, pinche flojo inútil- respondió cortante -¡Y ya te dije mil veces que me llamo Bitru!-

Elliot chasqueó la lengua y negó con la cabeza.

-Creí que ya habíamos hablado sobre que tenías que ser más amable, con esa actitud no llegarás a ningún lado, Burrito-

El demonio se llevó las manos a la cara, más frustrado que nunca.

-¿Por qué?.... Explícame, Lucifer... ¿Qué fue lo que hice para terminar siendo familiar de un perfecto idiota?- se dejó caer en una silla mientras el brujo se acercaba a inspeccionar las cosas que le había llevado.

-Eres un grosero, soy un buen amo. Te podría estar ordenando que seas amable y un sirviente más leal pero te estoy dejando que te adaptes por tu cuenta- fingió disgusto -No me valoras para nada-

El contrario rodó los ojos.

-Un hipócrita es lo que eres ¡Te dije mi nombre una sola vez esa noche y con esa bastó para que lo repitieras bien para el contrato del familiar!- exclamó -¿Cómo que ahora no te lo sabes? ¡El de Berith bien que lo dices como es!-

-Eso es porque el de Berith lo practiqué por dos semanas antes de evocarlo- se defendió el menor.

-¡PUES CONMIGO YA LLEVAS TRES Y NADA QUE TE LO APRENDES, CABRÓN!-

La cara del brujo se quedó estática unos segundos, reflexionando sobre ello. El contrario tenía razón pero no pensaba dársela.

-Uy.... Pues lo siento, señor gruñón. No es mi culpa que tengas un nombre tan raro-

Bitru lo miró con incredulidad. De verdad, daría la mitad de lo que tenía sólo por poder asesinar a ese humano tan incompetente.

-¡Entonces llámame por cualquiera de mis otros nombres! Los mortales me pusieron varios según su cultura. Si Bitru te parece muy difícil, usa Sytry o Sindragaso-

Tu alma es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora