Capítulo 57: Influencia

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Los días que siguieron a ese encuentro íntimo no fueron más que felicidad para el demonio: la unión con su amo había terminado de sanarle las heridas de las manos, su magia estaba 100% restaurada y su ánimo era increíblemente bueno.

-Si hubiera sabido que ibas a estar tan de buenas y trabajando así luego de coger, lo habría hecho desde que llegaste- lo molestó Elliot desde su lugar en la mesa de la cocina conforme el mayor preparaba el desayuno, pese a que ya pasaba de medio día.

-Yo te lo dije desde que llegué y tú no hiciste caso, aunque ahora que conoces lo que es bueno, deberíamos repetir-

Una sonrisa pícara acompañó ese último comentario causando un rubor leve en el brujo, que estuvo por protestar hasta que un pinchazo en la cadera le hizo quejarse por lo bajo, causando mayor satisfacción en el contrario.

-Tal vez alguna de tus pociones te ayude con eso, si es que quieres ir a trabajar hoy- bromeó.

-Muy gracioso-

-Si fuera broma no te dolería tanto caminar-

-No es que me duela caminar- protestó Elliot -Es que me dejaste débil por comer así, como un muerto de hambre. No te confundas-

No habia necesidad de que el demonio le leyera la mente para saber que mentía: le costó MUCHO contenerse la noche anterior para no alimentarse tanto como normalmente lo hacía; procuró controlar cada célula de su cuerpo para no robarle más energía de la necesaria al brujo. Si se hubiera alimentado al nivel que Elliot sugería, entonces su rato juntos habría sido más corto.

Decidió no decir nada más al respecto para quedarse con el gusto de saber que le dejó las piernas débiles al contrario.

La conversación entre ambos cambió de rumbo durante el desayuno y un rato después, ambos se dispusieron a ir al pueblo para continuar con la venta de pociones que se había suspendido desde que el menor enfermó.

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Una fina capa de nieve cubría las calles del pueblo y el bosque de alrededor; el invierno estaba por llegar y las personas empezaban a prepararse, más que en todo el año, para recoger las ultimas cosechas, cazar un par de aves y resguardarse lo más pronto posible.

Doris saludó a un par de campesinos al volver de su cacería matutina, como siempre cargado de algún animal y camino a la taberna. Se sacudió la nieve en cuanto entró en el lugar y se buscó un sitio en una mesa lo mas próxima a la chimenea.

-Señora, deme un trago por favor, necesito calentarme un poco- pidió el hombre en cuanto estuvo instalado.

-Es un poco sensible al frío para ser alguien que vivió en un pueblo del norte ¿No?-

El molinero, un sujeto con el que Doris conversaba regularmente, hizo aquella pregunta mientras se acercaba para sentarse en la misma mesa, con una sonrisa amistosa.

-Es la edad, mi apreciado amigo- el cazador se encogió de hombros -En mi tierra natal podía hacer mucho más frío que este y lo soportaba... Pero entonces tenía 30 años menos que ahora-

-El tiempo no perdona-

-Claro que no-

-Pero parece que usted le opone buena resistencia- el molinero volvió a sonreir y señaló el gran ciervo que Doris había dejado en el suelo junto a él -Ese animal es enorme, seguro ganará una buena cantidad por venderlo, más en esta temporada-

-Oh bueno- Doris dió un trago a su bebida en cuanto se la pusieron en la mesa -A diferencia de las habilidades físicas, creo que la experiencia y la inteligencia siempre crecen con los años. No fue difícil atraparlo-

Tu alma es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora