Capítulo #33

893 54 10
                                    

Pensaba tener un sábado tranquilo, acostada en la cama viendo películas y comiendo un montón. Pero no. Para nada ha sido así. Mi querido hermano Alexander necesita ayuda con un proyecto de la universidad, así que como la repostería de Esme está abierta todo el día decidimos reunirnos ahí. Viene junto con Ángelo, quien se ofreció a ayudarlo ya que tiene ciertos conocimientos sobre el tema.

Es un día concurrido en la repostería ya que es fin de semana. Todas las mesas están ocupadas con parejas y familias que viene a disfrutar de las delicias de Esme. La música instrumental resuena por todo el lugar, dándole un ambiente de tranquilidad, aunque se suma el sonido de todas las personas hablando. Estoy detrás del mostrador con Esme y su ayudante Carlota, cuando el tono de llamada de mi celular interrumpe mis pensamientos.

Lo tomo y veo que es Alex. Con todo el ruido que hay en el lugar sé que no logaré escuchar nada, así que le hago una seña a Esme de que iré a hablar afuera. Al salir por la puerta la brisa me golpea de frente, ocasionado que mi cabello largo se mueva por todos lados. Mi celular vuelve a sonar indicando la llamada, no tardo en contestar.

-Hola Alex – le respondo mientras me alejo un poco de la puerta. El sonido de la ciudad tampoco colabora mucho.

-Hola Hermana, llamo para avisarte que ya estoy llegando- trasmite su voz a través del celular.

El local de Esme queda en la esquina de la calle. La calle es de doble calzada en ambos sentidos, es un punto muy transitado.

-Espero que vengas con las manos libres Alex...- le advierto con autoridad, siempre eme pone nerviosa cuando maneja. A pesar de que es tranquilo y precavido, no puedo evitarlo.

-Claro que si Aurora – responde inmediatamente. En el fondo de escucha su habitual música y la voz de Ángelo "No es verdad, se le olvido en la casa" grita este para luego reír. Escucho la maldición de Alex al ser descubierto.

-Alexander, cuelga el teléfono en este momento. Hablaremos seriamente cuando llegues – le respondo con voz seria. Lo escucho suspirar.

-Está bien Aurora, lo siento. Ya estoy a una cuadra- murmura antes de colgar la llamada.

Suspiro fuertemente. No puedo evitar sentir ansiedad ante esto. Es irresponsable hacerlo, aun cuando sabe las consecuencias que puede traer no estar concentrado al manejar. Desde la calle observo la otra esquina y lo veo.

El auto de papá. Es más bien el auto familiar de los tres, después de que Sophia se fue de la casa. Aunque solo lo usan ellos dos, yo evito manejar.

Todo el tiempo.

El semáforo de la calle contraria se pone en rojo, permitiendo así que los que vienen en el sentido de la calle puedan continuar. Un estruendo se escucha cerca, lo que ocasiona que salte de la impresión. De pronto todo sucede en cámara lenta. Voces llenas de exclamaciones me hacen apartar la mirada, para observar la otra esquina. Las personas que se encuentran hacen señales a los autos estacionados.

Mi corazón se acelera, latiendo a un ritmo acelerado. Estoy caminado hacia la esquina para ver que sucede, cuando el sonido de llantas contra el suelo alerta a las personas que cruzaban la calle. Estas corren despavoridas ante lo que ven, logrando regresas a el andén sanos y salvos. Entonces comprendo lo que sucede.

Debe ser un auto.

Debe ser un auto.

Busco con la mirada a mi hermano, observando que viene por la mitad de la calle, donde se unen ambas calles. Entonces sucede.

El auto que se salta la señal de alto a una velocidad elevada se desvía de un lado a otro y colisiona de golpe con el auto de mi hermano. Todo el impacto lo recibe la puerta de la puerta del asiento de atrás. El auto sigue a la misma velocidad, el golpe los arrastra hasta la otra esquina donde el lado del piloto choca con el poste con las señales direccionales.

Detrás de las cicatrices.🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora