CAPÍTULO 40

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CAPÍTULO 40

Ethan

Despierto y Nyari no está en la cama, permanece de pie viendo por el balcón de la cabaña, está completamente desnuda, me inclino un poco y efectivamente, trae calcetines puestos. La lluvia no se ha detenido y la brisa impacta directamente en el cuerpo de Nyari.

—Dragona, vuelve a la cama —da la vuelta a su cabeza y únicamente me dedica una sonrisa y devuelve a vista al frente.

Me pongo de pie, llevo conmigo una manta, da la vuelta y coloco la manta sobre su espalda-. Vas a pescar un resfriado -sujeta la manta y me abraza. Pegando su barbilla a mi piel, fijando su mirada a mis ojos.

—Huele a tierra mojada —responde con algo más. Es de madrugada, por ende, aun oscuro.

—Canta esa canción de nuevo —enredo mis brazos alrededor de su cuerpo.

—¡Quieres que quede afónica! —menciona con sarcasmo.

—¿Tienes frío?

—Lo que tengo es calor.

—¡Calor! —uno mis labios a los suyos— ¡aún no ha sido suficiente!

—No y sé que para ti tampoco —es cierto lo que dice, aún no hemos follado lo suficiente.

—Primero comamos.

—¿Tienes hambre en este momento? —hace cara tierna.

—Vamos —sujeto su mano. La que debe comer algo es ella.

Toma en el camino la playera que me quiete hace rato, suelta la manta, deja de sujetar mi mano, tomo mi bóxer y me lo coloco, ella se viste con la playera y bajamos a la cocina.

Nyari sube sobre la barra, saco un poco de pan y mermelada y lo coloco junto a ella, voy a la nevera y saco un poco de carne.

Nyari estornuda.

—Te dije que ibas a pescar un resfriado —abre la bolsa del pan y le embarra mermelada, con el tiempo ha dejado de ser tan desconfiada con la comida cuando estamos juntos, pero es muy entendible su desconfianza.

—Y yo, que no es posible ser médico de la noche a la mañana —recuerdo que menciono eso con lo de la inyección trimestral.

—Es experiencia.

—¡Insinúas que otras mujeres se han resfriado cuando están contigo! —achina los ojos y me mira señalándome con el cubierto con el que embarraba la mermelada.

—Pensándolo mejor, un resfriado no te vendría mal.

—¡Ahora me deseas el mal! —masculla mirándome.

—No se te puede ganar ¿cierto?

—¡Puedes intentarlo! —alza una ceja y sonríe.

—¿Por qué estás sentada y no me ayudas? —recrimino cuanto tengo la carne en el fuego.

—¡Claro que lo hago! —replica.

—Comer, no es ayuda.

—Por supuesto que sí, de ese modo ya no tendrás que llevar tanto a la mesa —me da gracia su tonto argumento. Se lleva a la boca su dedo que tiene un poco de mermelada.

—Ella y su forma de responder —mascullo solo para mí.

—¿Vienes muy seguido a este lugar? —le da una mordida al pan tostado lleno de mermelada.

—¿Por qué?

—Tienes mucha comida —la compré porque ella venía y casi no come nada. No tengo idea como conserva el cuerpo que tiene, aunque el ejercicio podría ser la respuesta.

Nyari: El Imperio CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora