CAPÍTULO 35

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CAPÍTULO 35

Ethan

Nyari retrocedió ante mi beso. Me mira fijamente.

—Parece que, sigues sin entenderlo —dice y no entiendo.

—¿Qué cosa? —pregunto confundido.

—Vas a necesitar una ducha muy extensa ¡sabrá Dios con cuántas mujeres estuviste!

—¿Molesta? —pregunto.

—Preocupada —dice y me confunde.

—¿Preocupada? —arrugo ambas cejas.

—Sí, de qué mis hormonas se salgan de control y haga algo que no debo —camina a su escritorio.

—Deber y querer, son dos conceptos diferentes —le tomo por la espalda, susurro en su oído— Deja que se descontrolen —pego su cuerpo a mi pecho, colocando mi mano en su abdomen.

—Tendrás que tomar un baño muy lago, después de eso veremos.

—¡Crees tener tanto control! —susurro en su oído y su piel se eriza por completo. Pasa saliva y responde.

—Me amarraré a un poste de ser necesario. Todo para no contraer ninguna enfermedad —dice, hace que la suelte y se acomoda en su escritorio. Si, supiera que no estuve con ninguna. Cada que lo intentaba su rostro aparecía en mi cabeza, razón por la que estuve de mal humor por un tiempo.

—¿Qué haces? —pregunto acercándome a su lugar. Dejo el aparato de Athara, en su escritorio. Recargo mi cuerpo en el filo de su escritorio, casi sentándome.

—Mato el tiempo —juega en su teléfono.

—Tengo mejores soluciones —quito el móvil de su mano.

—¡Oye! —se levanta de golpe, sus labios quedan al nivel de los míos, en un movimiento atrevido. Beso sus labios— ¡Ethan! —se cubre los labios. Hace berrinche— dámelo —exige. Alejo el móvil de sus manos. Trata de alcanzarlo. Le sujeto de la cintura y la miro directo a los ojos.

—¿Estás bien? —pregunto en un tono de inquietud.

—Lo estoy —responde normal y quiere tomar el móvil para seguir con su tonto juego.

—Mírame —la dejo inhabilitada con mis piernas para que no pueda moverse y con una mano, sujeto sus muñecas colocándolas en su espalda. La veo a los ojos— No es cierto —sigo mirando y agrego—. Quiero la versión larga.

—Pero, no quiero hablar de ello —expresa— no me gusta la historia larga.

—Debo conocerla para evitar la tormenta.

—No tienes que hacerte responsable por la tormenta —señala.

—Quiero hacerlo —revelo.

—No es necesario —aclara— lo que dije hace un momento, sobre que, no evitaste la tormenta, no fue un reclamo.

—Lo sé.

—¿Por qué? —inquiere confundida, como si no supiera por qué lo hago—¿Por qué haces esto? —sinceramente yo tampoco se responder.

—Simplemente porque quiero —tengo una sonrisa en el rostro disimulada.

—Saca la mano —exige cuando mi mano roza su muslo, subiendo con deseo. Dejo de sonreír.

—Tomé una ducha está mañana —recorro un mechón de su cabello y lo coloco detrás de su oreja.

—No cuenta si no estuve presente —dice y enarco la ceja por sus palabras atrevidas.

Nyari: El Imperio CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora