2. HACIENDO EL RIDÍCULO DESDE BIEN TEMPRANO

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CANDACE


27 de Octubre.

Mi nombre y mi rostro salen en las revistas desde el día en que nací, es lo que tiene tener como madre a Verónica Dagger, una de las modelos más importantes mundialmente, y como padre a Fabio Coleman, el abogado más temido —y el que no dudó en sacar provecho de su mujer e hijos vendiendo nuestra imagen desde que tengo uso de razón— que no me quejo, porque mis apellidos me han sacado de muchas, y me han dado el poder que no dudo en utilizar siempre que puedo, pero a veces, desearía cerrar los ojos y despertar siendo otra persona, una con una vida sencilla, que pueda ir a tomar un café sin que la persigan, que pueda llevar chándal porque quiera ir cómoda sin quela critiquen en todas las revistas de moda, o simplemente, que pueda llevar un horrible sombrero sin que se ponga de moda.

Sí, no me mires así, porque estoy segura de que si me pongo una gallina en la cabeza la pongo de moda, no me pongas a prueba.

Mi vida parece un sueño, donde la fama te sonríe, la realidad se resume en ir a la universidad, donde todos aparentan ser mis amigos, cuando en realidad pocos lo son —por no decir ninguno— y en posar delante de una cámara todo el día, para los proyectos de mamá o las redes sociales, el resto del tiempo... solo soy Candace, la que pocos conocen, o a la que pocos dejo que conozcan.

A veces, el orden de los factores sí que altera el producto.

Como cada mañana desde que Barcelona se ha convertido en el polo norte, —porque, entre tú y yo, aunque el frío reafirma la piel y cierra los poros, es la época del año que más odio en el mundo— tras mi rutina de maquillaje, me convierto en una cebolla y me pongo varias capas de ropa abrigada y me dirijo al hospital. Llevo 3 años yendo cada día, a la misma hora y al mismo lugar, a visitar a mi única amiga.

Amiga, sí. Las víboras frías como yo también tenemos a alguien que nos soporta. Aunque solo sea un rato.

Soy voluntaria en el hospital para niños y jóvenes con cáncer, probablemente una de las pocas cosas que hago por mí misma, y no por la imagen que mis padres quieren vender de mí. A las 8h de la mañana comienzan las visitas, y aprovecho para hacerle compañía a Olivia durante 40 minutos, los suficientes para que me dé tiempo a volver al piso con el desayuno para Mario, mi novio, y llegar a tiempo a la primera clase de derecho.

Busco en la nevera algún alimento que ingerir, ya que ayer apenas comí una pieza de fruta y poco más, pero esta semana he olvidado hacer la compra y apenas quedan cosas. Mario tiene la costumbre de comer en su gran mayoría comida basura, cosa que no me puedo permitir con la dieta estricta que mi agente me obliga a mantener, y para que eso no dañe su esculpida figura, se obsesiona con tomar unos batidos que crea con unos polvos que tienen de todo, menos buena pinta, como si eso y un poco de deporte eliminaran de la ecuación la grasa y fritos que come durante el día. Aunque yo debería empezar a hacer batidos saludables, pero por mucho que lo he intentado no he sido capaz de conseguirlo.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora