24. ¿QUÉ BICHO TE HA PICADO?

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FELIPE

Miro confuso hacia la puerta por donde hace apenas unos minutos Candace ha salido a toda prisa.

El ambiente se ha quedado agridulce tras su salida, lo que en un principio eran risas y alboroto, se ha quedado en un silencio sepulcral. Siento que ha pasado algo que se escapa de mi control, que no logro entender pero que ha sido provocado por mi culpa, por algo que he debido hacer sin ser consciente.

—Fel —Eider llama mi atención.

—¿Te llevo a casa? —pregunto en cuanto la veo con sus cosas frente a mí.

—Ve a hablar con ella —me hace un gesto con la cabeza— Yo me voy en metro.

—Te llevo en moto que vas más rápido —insisto.

—Mira, no acaba de gustarme, pero soy mujer, y sé lo que ha debido ser para ella encontrarme envuelta en una toalla subida a tu hombro.

—No, a ella eso no le importa —cómo hacerlo, si nada de esto es cierto.

—Seguramente lo niegue, pero yo también he tenido esa mirada antes, y sé que significa.

—¿Y significa...?

—Joder atontao, pues ahora mismo debe de estar comiéndose la cabeza pensando que entre tú y yo hay algo.

Una profunda carcajada sale de mi garganta. Si ella conociera a Candace no diría eso, jamás se sentiría amenazada por nadie, y mucho menos se pondría celosa de mí.

—No seas imbécil —me golpea la frente con los dedos— Ve ahora mismo y habla con ella.

—¿Ya te has cambiado de bando? —alzo la ceja.

—Solo he tenido que ver cómo la miras para saberlo.

—No la miro de ninguna manera —frunzo el ceño.

—Lo que tú digas —chasquea la lengua— Nos vemos mañana, no la cagues, me gusta este piso.

En cuanto sale por la puerta me doy una ducha rápida y me pongo ropa cómoda. No tardo más de quince minutos en salir y llamar al timbre. Espero impaciente hasta que se abre y Candace me mira entre confusa y molesta, y no sé cuál de las dos versiones me da más miedo.

Nunca antes había visto una mirada tan fría como la suya, y no solo me refiero a que nunca había tenido de cerca unos ojos tan celestes como los suyos, sino que su mirada es fría, de las que congelan, o tal vez sea triste. A veces es complicado diferenciar entre una mirada triste de una fría, la línea es tan fina que puede volverse borrosa y mezclar ambas.

—Te llevo a clase.

—Ya he pedido un Uber —dice secamente.

—Cancélalo.

—¿Por qué iba a hacer eso? —se cruza de brazos.

—Porque te voy a llevar yo.

—¿A qué has venido? —resopla.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora