72. ¿HE HECHO ALGO MAL?

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Felipe


23 de Diciembre.

Ha sido la mejor noche de mi vida.

No pienses mal... que ya nos vamos conociendo. Me refiero a qué, bueno, Candace ha dormido conmigo, sin poner la estúpida almohada en medio, y tres; hemos hecho la cucharita toda la noche.

Vale, es cursi hasta para mí. ¿Pero, alguna vez has tenido la sensación de estar completo mientras abrazas a ESA persona? Porque es una sensación que jamás creí sentir, y mucho menos con la chica que me quiso pagar para que no contara que se había equivocado de baño o lo que hizo dentro del pequeño cubículo. Aquella persona y la de ahora son la misma, pero con varias capas menos, mucho más ligera y sonriente.

Me giro en la cama y abro los ojos de golpe al comprobar que está vacía. Está muy oscuro, por lo que tengo que pestañear varias veces hasta conseguir hacerme a la penumbra y descubrir que efectivamente, estoy solo.

Compruebo la hora en el reloj digital de la mesilla. Tan solo son las 05:27h de la mañana. Ni siquiera ha amanecido aún, y entonces recuerdo sus pesadillas y me asusto. Salgo de la cama a toda velocidad y compruebo que la puerta del baño está abierta y que no hay nadie en su interior. Me froto los ojos al salir del dormitorio y recibir una intensa luz en el salón. Arrastro los pies pesados por el suelo hasta que la veo tras la isla de la cocina con una pequeña sonrisa en los labios y un desastre montado en la encimera.

Recipientes de varios tamaños y colores, harina esparcida por todos lados, varios huevos y restos de cáscaras amontonados en una esquina. Me acerco lentamente sin que se dé cuenta hasta que estoy prácticamente delante y me mira como una niña que acaba de ser pillada robando golosinas en plena noche.

—Volcán, ¿qué haces despierta? —boqueo aún soñoliento.

—¿Por qué te has levantado tan pronto? —frunce el ceño enfadada por algo que desconozco.

—Eso mismo me pregunto yo —sonrío.

—Deberías haber seguido durmiendo —chasquea la lengua molesta.

—¿He hecho algo mal? —me rasco la nuca mientras intento averiguar en qué momento he sido un completo idiota.

—¿Qué? No...

—¿Por qué estás molesta, entonces?

—Porque me has estropeado la sorpresa —hace un puchero de lo más adorable.

—¿Sorpresa?

—Te preparaba el desayuno —explica señalando el desastre que tiene formado, y una amplia sonrisa se posa en mis labios y borra todos los miedos que se me habían formado en el estómago.

—¿A mí? —el corazón me late fuerte contra el pecho— ¿No era yo quien te lo hacía a ti siempre?

—Ya, pero hoy es un día especial —se muerde el pulgar con un brillo intenso en la mirada— También he pensado en hacer batido de volcán para ambos. O al menos intentar recrear tu receta —se sonroja.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora