60. LIBERTAD

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Felipe


Hay miles de personas aquí dentro y yo solo puedo mirarla a ella, ni siquiera sé dónde están Izan y las chicas, pero la verdad es que en este momento tampoco me importa demasiado.

—No puedo escaquearme mucho más —dice con resignación— Tengo que posar ante las cámaras y responder a las preguntas.

Candace pone los ojos en blanco y sonrío como un idiota, uno que está jodidamente perdido sin ella.

—Te acompaño.

—Puedes quedarte tras la cortina, desde ahí puedes observar sin que te vean.

Intentamos pasar entre la gente hasta llegar a la pasarela. La prensa se vuelve loca cuando la ven aparecer por fin, y no solo porque el puto vestido rojo le quede como un guante, sino porque Candace hoy está radiante, está dejando que los demás vean la energía brillante que desprende y que yo he podido descubrir estos días.

—Escápate tú que puedes —me sonríe antes de soltarme la mano y caminar decidida ante las cámaras.

—¿No piensas esperarme? —alzo la ceja intentando alcanzarla.

—¿Qué haces? —se para en seco bajando la voz— Es por el otro lado, zoquete.

—Sé exactamente por donde es.

Unimos nuestras manos y tiro de ella por la larga alfombra mientras caminamos por esta y todas las miradas se centran en nosotros. Sí, dije que jamás haría esto, pero tampoco pensé que podría enamorarme de ella, y mírame, bien jodido.

Las cámaras nos fotografían cuando nos paramos y observo el rostro confuso de Candace mirarme sin entender nada. Aparto un mechón que se ha escapado de su recogido y lo coloco tras la oreja. Sus facciones se relajan y una amplia sonrisa aparece para iluminarle el rostro.

—Nos están fotografiando.

—Pues salgamos bien guapos —le guiño el ojo para calmar mis nervios por esta situación nueva para mí.

Observo como Candace sonríe con naturalidad, como se mueve y posa con gracia mientras yo no consigo dejar de mirarla y de admirar todo de ella, desde las uñas de los pies hasta la coronilla.

—Me pones nerviosa... —se sonroja— Mira al frente.

Sonrío y hago lo que me pide. Comienzo a relajarme cuando siento como su pulgar me hace círculos en la mano enviando descargas a todo mi cuerpo. Unos ojos verdes intensos me miran con picardía desde uno de los laterales y descubro que están los cuatro pendiente de nosotros y flipando porque esté haciendo esto sin que ella me lo haya pedido siquiera.

—¿Crees que las miradas de Izan podrían matar? —susurro en su cuello provocando que su cuerpo se encoja en un escalofrío que no me pasa desapercibido— Temo por mi vida.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora