91. TIENES QUE IRTE

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Candace

23 de Enero.

Tengo que hacerlo, por ella.

Ni siquiera paso por casa de Izan, pido un taxi y le doy la dirección. Me retuerzo las manos cuando espero frente a la puerta de marfil. A pesar de ser muy temprano, mi madre ya está perfectamente maquillada y con el pelo arreglado.

No sé si le sorprende más verme aquí o el aspecto que debo tener, pero a pesar de su expresión, no dice nada, simplemente se hace a un lado y me deja pasar al interior. Me prepara un té caliente y me pone la taza en la mesa para que entre en calor. El primer sorbo me abrasa la garganta, pero no dejo de hacerlo a pesar del dolor, porque ahora mismo necesito sentir algo, sea lo que sea.

—Tengo que hablar contigo —digo por fin.

—¿Estás bien? —me mira muy pendiente de todos mis movimientos.

Inconscientemente voy a decir que sí, porque es lo más fácil, mentir siempre me ha resultado más sencillo que decir la verdad, pero ya no, esa parte de mí ya no existe, necesito ser completamente sincera.

—No... —el labio inferior me tiembla antes de ponerme a llorar, y para mi sorpresa, mi madre me envuelve en sus brazos para consolarme.

—Mi niña, ¿qué ha pasado? —me acuna como no hacía desde que era una niña.

Lloro durante horas mientras me abro con ella como nunca había hecho, mientras le hablo de ella, de su sonrisa infinita y de su humor negro.

—Parecía una persona increíble.

—Lo es mamá. La mejor.

—Siento mucho que hayas tenido que pasar por todo esto sola... —su mirada se vuelve vulnerable— Tendría que haber estado ahí, contigo, con mi niña.

—No es tu culpa —digo con sinceridad— Nunca he querido la ayuda de nadie.

—Me alegro que hayas venido aquí —me aprieta la mano.

—En realidad... —me pongo nerviosa— No he venido a eso.

—¿En qué puedo ayudarte? —pregunta enseguida.

—Hay algo que llevo años queriéndote decir, algo que me ha pesado demasiado estos años, con lo que llevo arrastrando cada noche y que no te he contado hasta ahora por miedo, por... —se me rompe la voz cuando me coge ambas manos y me ayuda a seguir con la mirada— Siento mucho no haber sido sincera contigo, mamá, lo siento tantísimo...

Comienzo a llorar antes de poder expresarme. Solo el recuerdo de esa noche me revuelve el estómago.

—Candace, respira —me coge la cara con las manos— Puedes decirme lo que sea, soy tu madre.

—No he sido buena hija, yo...

—Pero qué dices —chasquea la lengua— Eres el claro ejemplo de la hija perfecta. Si te exigimos tanto es porque creemos en ti, porque tanto tu padre como yo vemos tu potencial.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora