96. HE DICHO MUCHAS TONTERÍAS EN MI VIDA, PERO...

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Candace

He tardado más de lo que pensaba, pero no puedo estar más feliz con el resultado.

Me tiemblan las manos cuando giro la llave y escucho ruido en el interior. Felipe levanta la mirada del suelo y se encuentra con la mía. Me acerco intentando fingir seguridad, una que ahora mismo brilla por su ausencia. No consigo traducir lo que sea que dicen sus ojos, pero no parece muy sorprendido, o al menos, no es el recibimiento que había recreado en mi cabeza.

El mío era algo más tipo los dos corriendo a cámara lenta hasta chocar uno contra otro y que nuestras bocas se fusionaran en una sola jurándonos amor eterno. Muchos libros de amor, supongo. La realidad es totalmente diferente, Felipe no se ha movido de la silla del comedor, ninguno de los dos ha corrido en cámara lenta, y nuestros labios siguen sellados en una fina línea silenciosa. Nos falta una conversación, una que nos merecemos, aunque sea para ponerle fin.

—Hola... —consigo decir cuando estoy a poco más de un metro de distancia.

Me voy quitando poco a poco las capas de ropa que me abrigan, y con ellas el peso de mis miedos, los que me he prometido dejar en la entrada. Algo le hace reaccionar, como si estuviera viendo un espejismo, se pone en pie y acaba con el espacio que nos separa para rodearme con los brazos y pegarme a su pecho. Deja caer la cabeza y apoya la cara sobre mi cabeza mientras sus manos me recorren la espalda y yo siento su respiración muy cerca.

—Esto se parece más a lo que había imaginado —digo sin pensar.

—¿Habías pensado en este momento? —su voz hace que se me erice la piel, como una melodía que me envuelve y me hace sonreír. Como le he echado de menos...

—Todo el día... —suspiro cuando se separa y dejo de sentir su piel.

—¿Por qué no me lo has dicho? —me mira muy serio— Esto ha sido una encerrona, no entiendo por qué...

—Me daba miedo —le interrumpo— No sabía si después de todo ibas a querer verme.

—¿Después de todo? —tensa la mandíbula— No solo llevo esperando aquí sentado casi una hora, sino que llevo toda mi vida esperándote. No comprenderás que ahora que te he encontrado voy a dejarte ir.

Algo estalla contra mi pecho como una oleada de sensaciones que brincan sin cesar. Mis labios se curvan hacia arriba, aunque su gesto siga tan frío como desde que entré. Entiendo su miedo, yo tampoco se lo he puesto fácil.

—¿A qué esperabas? —pregunto con miedo.

—A qué, no, a quién —recoge un mechón de mi pelo tras la oreja, y con ese simple roce, dejo de tener frío, todo en mi arde con la facilidad de una cerilla— Lo he intuido cuando Izan se ha ido a toda velocidad de mi casa a por algo que se le había olvidado —hace las comillas con las manos— he pensado que quizás era cierto, se está tomando muy en serio lo de Mara, pero cuando ha vuelto sin los papeles y me ha exigido sin opción a negarme que volviera a por ellos porque él no podía, ahí he deseado que fuera cierto —sus ojos bajan de los míos a mis labios y comienzo a tragar con dificultad— Tu maleta me lo ha confirmado —dirige la mirada a la puerta abierta de mi dormitorio.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora