FELIPE
Cuando conseguimos que la cafetería se vacíe, termino de recoger mientras Eider hace la caja. No dejo de darle vueltas al hecho de que he salido en internet, y que, según mi compañera, la foto ha recibido muchos comentarios en una red social que desconozco.
—Voy a ir al hospital, ¿Has traído casco? Te llevo a casa si quieres.
—¿Hoy trabajas? —frunce el ceño mientras guarda el uniforme en la mochila.
—Tengo que recoger unos resultados de un nuevo tratamiento.
—Hoy me ha traído cuarenta y seis —se encoge de hombros— Así que sí que tengo uno, a ver si cuando me vean con un famoso me suben los seguidores —me guiña el ojo provocándome una carcajada.
—¿Algún día dejarás de llamar a los tíos que te tiras por el número de la lista? —muevo la cabeza hacia los lados.
—No sé los nombres de la gran mayoría, de alguna forma tendré que llamarlos —chasquea la lengua— Venga, que ya estoy lista. Dame las llaves, que mañana me toca abrir.
No tardo más de veinte minutos en llevar a Eider hasta su casa y unos diez minutos en llegar al hospital. Aparco frente a la puerta y subo directamente hasta la planta tres. Cruzo el pasillo, y cuando estoy a punto de girar, unos gritos llaman mi atención y no dudo en ir directos hacia ellos.
—¡Suéltame! —escucho gritar.
—Tiene que irse, señorita, el horario de visitas ya ha terminado.
Acelero el paso hasta varios de mis compañeros que hoy tienen guardia y me acerco a ver qué pasa. La última persona que esperaba encontrarme me fulmina con la mirada y se libera de mis compañeros para venir directa hasta mí. Sus pequeños puños me golpean el pecho mientras yo me quedo sin moverme, está feo que lo diga, pero pega como una chica, y no puedo ocultar una leve sonrisa cuando sus manos rebotan sobre mi pecho sin moverme ni un centímetro.
—Tú tienes la culpa —grita furiosa— Es todo culpa tuya.
Dos de mis compañeros intentan quitármela de encima mientras la pelirroja se desahoga contra mi pecho, pero los freno a ambos con la mano y les hago un gesto para que se marchen.
—Tranquilos, dejádmela a mí, la conozco.
La sujeto de los hombros y la separo de mi cuerpo. Tiene el rostro completamente mojado por las lágrimas, varias manchas negras por el maquillaje que ahora más bien parece sacado de la escopeta de Homer Simpson y un aspecto triste y abatido. La chica fuerte y segura de sí misma que recordaba no está por ninguna parte. Deja caer el cuerpo y se sienta en el suelo rodeándose las piernas con los brazos.
Me acerco hasta ella y me siento a su lado. Tiene el pelo y la ropa completamente mojada y cuando le rozo el cuerpo con el hombro, compruebo que está helada.
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Amor con fecha límite #1
RomanceUN MALENTENDIDO, UNA REPUTACIÓN QUE MANTENER Y UN TRATO QUE ACEPTAR. Candace siempre lo ha tenido todo, hasta que un día decide cambiar su estudiada rutina y toda su vida se ve envuelta en un sinfín de cambios. Encuentra a su novio en la cama con ot...