59. SONRÍE, NOS ESTÁN MIRANDO

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Candace


El camino de vuelta no es sencillo, no cuando todos quieren hablar conmigo o sacar alguna foto, y mucho menos cuando descubren a Felipe a mi espalda y nuestras manos entrelazadas. Los cuellos se giran a nuestro paso cual niña del Exorcista. Me estoy agobiando, y no precisamente por mí, sino porque a Felipe nunca le ha gustado ser el centro de atención, y por mi culpa ahora tiene una sirena de feria sobre la cabeza.

Conseguimos llegar a una zona más tranquila, donde se puede caminar sin ser envasado al vacío, y pronto descubro el porqué.

—Acabamos de entrar en la prehistoria —susurra burlón en el pliegue entre mi cuello y mi oreja— Mira, hay hasta dinosaurios.

Le hago un gesto para que se calle porque, aunque lo ha dicho lo suficientemente bajo, no quiero que le oigan hablar de las personas más influyentes del país como dinosaurios, aunque algunos tengan la misma edad.

—Ese es el director, ¿no?

—¡Fernando! —alza la voz como si estuviera en el mercadillo pidiendo pimientos, llamando la atención de los demás mientras yo me muero de la vergüenza a su lado.

—¡Felipe! —responde un señor muy elegante y refinado que acaba de estropear su fachada con ese grito tan... como decirlo finamente... tan natural— El niño prodigio caminando entre vejestorios con mucho dinero, pero poca integridad.

El tono de voz que utiliza es demasiado alto para lo cerca que estamos, lo que deja claro que quiere que todos sepan lo que opina de ellos, algo que me sorprende enormemente.

Felipe me mira y ve la confusión en mi mirada, alza nuestras manos unidas y se las acerca a los labios para dejarme un beso en la palma sin dejar de mirarme.

—Director —saludo en cuanto los oscuros ojos del elegante señor que tengo delante se posan en mí.

—Fernando, joven. Eso de director es frío y distante. No quiero que me recuerden solo por tener un hospital, he hecho cosas mejores.

—Tiene razón, lo siento —me muevo incómoda.

—Una vez conseguí comerme seis hamburguesas seguidas. Si me van a recordar por algo, espero que sea por ese gran logro —ríe a carcajadas de forma natural sin que le importe lo que piensan los demás de él.

—Cada día le sumas una más —dice Felipe riendo igual de alto y consiguiendo que los tres seamos el centro de atención— ¿No eran cinco la última vez?

—Ya sabes, uno va perdiendo facultades.

Ambos se miran con confianza, incluso diría que en sus gestos y miradas hay cariño, algo fuera de lo normal cuando trabajas para él y con total seguridad no hayas visto en tu vida. ¿Se llevan así de bien desde que le comentó la idea para la gala? Felipe es carismático... pero, ¿tanto?

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora