49. JAMÁS PODRÍA ODIARTE

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Candace

Ni siquiera hemos intentado buscar una película. Simplemente hemos puesto la primera que nos ha recomendado la plataforma y nos hemos tumbado a verla.

Felipe tiene la cabeza apoyada en mi pecho, desde esta posición puedo ver su rostro iluminado, el perfil de su cara y cada uno de los detalles que jamás verías si no te fijas. No tengo ni idea de que va la película, llevo las dos horas que dura pendiente de él, disfrutando de este pequeño momento, evadiéndome de la realidad, y sintiéndome por primera vez normal, algo que ya he descubierto que me encanta, y que solo lo consigo con él.

No puedo evitar inmortalizar este momento con la cámara de mi móvil, no sé de qué te sorprendes, llámalo síndrome zeta o secuelas que dejan mi trabajo, pero la memoria no siempre guarda estos momentos, en cambio retiene en todos los rincones los que quieres olvidar y no puedes, así que al menos sé que este momento ha sucedido, porque ha quedado guardado en mi galería privada.

Felipe gira la cabeza cuando la película parece haber terminado y me sonríe, espero que no me pregunte por nada de lo que haya pasado, porque no tengo ni la más mínima idea.

—Eres una almohada de lo más blandita —se acomoda en mi pecho y me rodea la cintura con los brazos.

—Pues será el push up de mi sujetador —me arrepiento enseguida, es cierto que mi pecho no es muy grande y que las dos grandes almohadas que llevo como relleno me hacen tener unas enormes tetas falsas, pero no sé porque narices he tenido que decírselo a él...

—Tú no necesitas eso.

—¿Y tú qué vas a saber? —resoplo, intentando parecer que no quiero enterrarme bajo las sábanas y desaparecer— Ni que me hubieras visto desnuda.

O me hubieras tocado mientras duermes... El rubor sube a mis mejillas en cuanto el recuerdo y esta cama me aceleran el corazón. ¿Es normal que quiera recrear las cincuenta sombras de Grey en este momento? Incluso las sesenta... Ay, dios, no sé qué les pasa a mis hormonas últimamente.

—No... es decir, claro que no —parece, ¿avergonzado?, no pensé que este tema le pondría tan nervioso— Pero no me hace falta verte desnuda para saberlo. Además, he visto tus fotos en Instagram, tienes muchas —alarga la última palabra para darle más énfasis.

—No salgo desnuda en ninguna —aclaro, también para ti, que seguro que te has quedado con lo de Grey y ahora piensas que soy una pervertida.

—Y menos mal —me mira de reojo— Pero llevas vestidos y blusas con escote, sin contar con que en el desfile de tu madre dejaste poco a la imaginación.

Su mirada hace que esta conversación coja un rumbo que no pretendía en este momento.

Intento esconderme bajo la almohada, pero no me deja y me sube la cabeza poniendo dos dedos bajo mi barbilla.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora