48. ERES UN MALDITO MICROONDAS

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Felipe

Llevo más de una hora despierto. He visto el vídeo que ha subido a Instagram, y desde entonces no he podido sacármela de la cabeza.

Me he comportado como un imbécil. Llevo días ignorándola solo porque me he acojonado ante la idea de sentir algo por ella.

He pensado lo peor de ella antes de dejarla darme una explicación, y ahora me siento una persona horrible por ello, porque le he hecho lo mismo que él le hizo.

La he creído, no me hizo nada más que mirarla a los ojos para ver qué decía la verdad. Pero estaba furioso, no con ella, sino conmigo mismo. Sigo estándolo, por haberme puesto así sin motivo, por darme cuenta de que eso solo significaba una cosa.

Estoy jodidamente celoso.

No podía mirarla a la cara. No podía dejarla ver lo que estaba sintiendo. Me siento avergonzado, yo no soy así, suelo pensar siempre antes de actuar, pero cuando se trata de ella pierdo los papeles y se me nubla el juicio.

La pantalla de mi teléfono se ilumina y es la única luz que hay ahora mismo en la oscuridad de mi dormitorio. Pienso en pasar de él, pero no quiero que sea algo importante y finalmente me decido a cogerlo.

En cuanto veo su nombre en la pantalla algo se me remueve por dentro. Cada mensaje que recibo suyo es más complicado de ignorar, pero cuando compruebo que es un audio, la curiosidad me hace abrirlo y escucharlo.

Candace está borracha. Muy borracha. He tenido que escucharlo tres veces para entender que dice. Se ha bebido el puto pantano entero y eso hace que me ponga alerta. Olvido que estoy cabreado y le respondo enseguida con el corazón latiendo sin parar.

Yo: ¿Dónde estás?

Espero impaciente hasta que veo que vuelve a conectarse y aparece en línea. Me levanto de la cama preparado para vestirme y salir en su busca, no puedo dejar que esté sola en este estado.

Volcán: En tu puerta.

¿Puedo entrar?

El corazón se me acelera cuando miro hacia la puerta y me la imagino tras ella. Hasta creo sentirla al otro lado. Me incorporo y me quedo varios minutos releyendo el mensaje. Una y otra vez. En bucle.

Siento como el pulso se me acelera cuando camino hasta el salón y abro la puerta de entrada. Algo se mueve dentro de mí cuando la veo tirada en el suelo con la cabeza entre las piernas. Me agacho enseguida y la ayudo a levantarse. La cojo en brazos y Candace se hace una bola en mi pecho mientras me rodea el cuello con los brazos.

No sabía lo que la había echado de menos hasta que he vuelto a sentirla cerca y he aspirado su olor. La dejo en el suelo poco a poco con cuidado de no se tambaleé y nos miramos en silencio en la oscuridad de mi dormitorios.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora