70. SIEMPRE PODRÁS CONTAR CONMIGO

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Felipe


22 de Diciembre.

No dejo de dar vueltas en la cama.

Candace se ha pasado toda la noche sin hablarme, respondiendo con monosílabos y evitando mi mirada o cercanía todo lo que podía. Se fue a dormir enseguida, y cuando llegué al dormitorio, una enorme almohada blanca separaba ambas zonas. He intentado dormir, pero la sensación de nuestros labios fusionados no deja de atormentarme una y otra vez. Como un bucle. Uno interminable del que no puedo salir.

Llevo más de dos horas seguidas observándola mientras duerme, con los labios entreabiertos y el rostro completamente relajado. Estoy tentado a coger el bulto que me impide tocarla y mandarlo todo a la mierda, porque seamos honestos, esta vez ha sido ella la que me ha besado, y también la que me ha apartado cuando se lo he devuelto. No dejo de pensar en ese detalle, en cómo sus labios parecían buscarme con urgencia y en cómo su mirada pedía más. No puedo haberlo imaginado. Ha sido real, y eso es lo que más me acojona.

A la mierda la puta almohada. La lanzo hacia atrás y acorto la distancia que nos separa. Intento calmar el picor de los dedos cuando le aparto los mechones cobrizos que le tapan la cara y siento la suavidad de su piel. Acaricio su rostro con cuidado mientras me grabo a fuego cada una de sus pecas, contándolas una a una hasta acabar con el puente de su nariz y pómulos. Bajo el pulgar por su nariz y le rozo los labios sintiendo la electricidad recorrerme todo el cuerpo.

Pego mis labios a su pequeña nariz cuando siento como tiembla bajo mi cuerpo y su cuerpo se tensa como una tabla. Me separo enseguida temiendo haberla despertado, pero lo que me encuentro es mucho peor. Su rostro ya no tiene ni una pizca de calma, sino todo lo contrario, está completamente contraído y de sus ojos aún cerrados caen gruesas lágrimas que recojo con el pulgar. Comienza a hacer ruidos extraños y a hablar entre dientes sin dejar de moverse. Sus movimientos son cada vez más fuertes y frenéticos, como si estuviera en una pesadilla de la que no pudiera salir. Intento tocarle el brazo para calmarla, pero en cuanto siento la temperatura de su piel la quito enseguida. Está helada. Tanto, que una persona viva no podría sobrevivir así. La envuelvo entre mis brazos todo lo que sus violentos movimientos me dejan.

—Tranquila... estoy aquí. Solo es una pesadilla.

Su cuerpo, cada vez está más tenso, y su piel, cada vez más fría, tanto que se me pone la piel de gallina de solo tocarla. Tengo que hacer algo para despertarla, pero no quiero asustarla y que entre en estado de shock.

—Vamos volcán, vuelve aquí...

Su llanto cada vez es más fuerte, tanto que mi pecho está completamente mojado por sus lágrimas. Comienzo a asustarme. Su respiración no es continua y sus latidos van a una velocidad descomunal. Me incorporo y la sostengo entre los brazos mientras la envuelvo en mi pecho y le doy calor.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora