26. TE HE TRINCHADO EL BUEY

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FELIPE


17 de Noviembre.

Me he ofrecido voluntario a ayudar a Candace para sacar sus cosas de las cajas y colocarlas en su nuevo dormitorio azul. La pintura ya ha terminado de secar del todo y ya puede volver a mudarse y dejar la de invitados. No sé el motivo real por el que ella me ayudó con mi mudanza, pero siento que se lo debo.

Es mi único día libre en la semana, podría estar haciendo cualquier otra cosa, sin embargo, aquí estoy, sintiéndome culpable por estos días e intentando conseguir que nuestra relación sea lo más amena posible, al menos durante los cinco meses que tenemos que fingir querernos.

—¿Qué tal la cena con tus padres?

—No quiero hablar de eso.

Genial, ya empiezo mal...

Guardo silencio de nuevo mientras desempaqueto una de las treinta cajas que aún quedan y voy sacando bolsos de todos los colores y tamaños. Me ahorro el comentario de lo que pienso de que tenga tantas cosas, el ambiente entre nosotros no está en su mejor momento y no me apetece estropearlo más.

—Están siempre igual —rompe el silencio incómodo que se había creado entre nosotros— Aun sabiendo lo que Mario hizo le siguen defendiendo, un desliz... —levanta ambas cejas— No les importa lo mal que lo he pasado o si aún sigo estando dolida, solo les importa que vuelva con él por las apariencias. El yerno perfecto... siento que le quieren más a él que a mí.

Su voz va cargada de rabia y reproche, la dejo hablando durante largos minutos mientras se desahoga. Menos mal que no quería hablar del tema...

—Por suerte Izan me defendió, bueno como siempre hace —suspira— Te puso por las nubes, no sé qué le has debido dar...

—Suelo causar ese efecto —le guiño el ojo intentando calmar el ambiente.

—Le gustas —se sonroja en cuanto lo dice— No gustar de forma sexual, sino que le caes bien. Siempre está Felipe esto, Felipe lo otro... estoy segura que le encantaría que saliéramos de verdad. Bueno, con tal de que no vuelva con Mario se conformaría con cualquier cosa.

—Vaya, gracias por la parte que me toca —me hago el ofendido.

—Ais, no... no quería decir eso —saca la cabeza del vestidor donde coloca los vestidos por colores y estación, y comprueba que estoy sonriendo— Zoquete, me has asustado —frunce el ceño.

—¿Zoquete? —me río aún más alto al oír el insulto menos insulto que he oído en la vida.

—Sí, he decidido que ahora te voy a llamar así —se muerde el pulgar— ¿Me pasas el vestido de Hermes?

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora