54. ACABAS DE HACERME LA PERSONA MÁS FELIZ DEL MUNDO

1.3K 73 21
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Felipe

—¡Paraaaaaa!

El grito de Candace es tan desgarrador que no dudo en apretar el manillar y dar un frenazo que casi nos mata. Su cuerpo tiembla a mi espalda cuando consigo estabilizar la moto y ponernos a salvo. Ni siquiera miro a mi alrededor intentando buscar qué o quién ha sido el causante, sino que bajo a toda velocidad y me cercioro de que Candace está bien y sin un rasguño.

—¿Qué pasa? —el corazón me va a toda leche al comprobar que está en perfecto estado.

Intento calmar mis nervios por el sobresalto y por el rápido frenazo que he tenido que dar poniéndonos a riesgo a los dos. Las manos me tiemblan cuando le desabrocho el casco con torpeza y sus ojos se llenan de lágrimas.

—Es... está muerto... —se muerde los labios para no ponerse a llorar.

No entiendo a qué se refiere. Trago saliva y hago lo único que se me ocurre, pegarla a mi pecho y rodearla en un cálido abrazo. No me separo de ella hasta que deja de temblar, entonces saca la cabeza y me mira con tristeza, con una que no logro comprender.

—Yo no puedo ir a comprobarlo —gimotea— ¿Puedes hacerlo tú?

—Cariño, no sé a qué te refieres.... —aparto un mechón cobrizo de su frente para verle el rostro al completo.

Se gira y señala al frente. Estamos en medio de la carretera, casi entrando en la ciudad, de noche, a oscuras y rodeado por campo y arbustos. No hay nadie. Ni nada más que el silencio.

—Está ahí. Mira —señala un punto en concreto y entonces lo veo.

Mierda...

Dejo ambos cascos en la moto y me acerco poco a poco al pequeño bulto que hay entre las sombras. No me preguntes cómo ha conseguido verlo a la velocidad que íbamos y con la poca luz que hay por esta carretera, pero el caso es que casi nos estampamos por un animal muerto, y no sé si reír o llorar, o hacer ambas ya que estamos.

Me agacho hasta estar a su altura y giro la cabeza para mirar a Candace, la que no me ha quitado el ojo desde que me he acercado. Por la rigidez de su cuerpo sé que está nerviosa, y que no le va a gustar lo que tengo que contarle.

Tan solo es un pequeño y adorable gato de color marrón oscuro, debe de ser una cría, porque es del tamaño del bolso de Candace, y te aseguro que grande no es. Intento buscar alguna herida o algo de sangre sin tocarlo para averiguar cómo ha muerto, pero con la poca luz que hay no consigo ver nada.

Me sobresalto cuando me tocan por la espalda y descubro a Candace horrorizada ante la imagen del animal en el suelo y ambas manos en la boca.

—No deberías haber venido...

—¿Hemos sido nosotros? —sus ojos se llenan de lágrimas.

—No hemos chocado con nada, ya debería estar así.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora