UN MALENTENDIDO, UNA REPUTACIÓN QUE MANTENER Y UN TRATO QUE ACEPTAR.
Candace siempre lo ha tenido todo, hasta que un día decide cambiar su estudiada rutina y toda su vida se ve envuelta en un sinfín de cambios. Encuentra a su novio en la cama con ot...
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Felipe
—¿Cómo está Garfield?
—Ferrero Rocher, querrás decir.
—No pienso llamarle de ese modo.
—Pero si el nombre mola un montón.
—Pero no lo que significa —me golpea con el hombro— Ahora es un precioso gato cobrizo, no marrón.
—Me niego a llamarle de otra manera, lo siento volcán —me relajo al ver que ya tiene mejor aspecto.
—Hoy no tengo ganas de discutir con nadie —suspira— Pero no te saldrás con la tuya —sonríe burlona.
—Ya veremos...
—¿Le has dado de comer? ¿Ha dormido bien? ¿Está calentito y contento? —pestañea lentamente mientras sus labios se mueven a toda velocidad.
—Sí a todo —sonrío— Él que no ha dormido bien he sido yo.
—¿Has estado toda la noche en vela preocupado por si respiraba? —se muerde el pulgar ansiosa.
—¿Qué? —la miro como si le hubiera salido un cuerno en la frente— No, claro que no. El pesado no dejaba de subirse a la cama conmigo, y mira, a la quinta ya he desistido.
—¿Habéis dormido juntos? —sus mejillas se hinchan cuando su sonrisa se estira en una sonrisa.
—Muy juntos —resoplo— No se ha separado de mi pecho todo el tiempo.
—No pongas esa cara —frunce el ceño— Es de lo más adorable. Ojalá yo pudiera dormir con él...
—Puedes.
—Ya sabes que aquí no puedo traerlo —hace un puchero de lo más adorable.
—Puedes dormir en mi cama.
—No voy a hacer que duermas en el sofá...
—¿Me estás echando de mi propia cama? —me hago el ofendido.
—No... bueno sí... pero porque...
—Ya hemos dormido juntos antes.
—Sí, pero...
—Como quieras, al final seré su favorito y no habrá nada que puedas hacer.
—¿Intentas chantajearme para que duerma contigo?
—Quizás...
—Estás jugando con fuego, Felipe Castro.
—A veces merece la pena acabar ardiendo.
No sé porque he dicho eso, no sé porque no consigo cerrar el puto pico y dejar de decir las cosas que no debería contarle nunca, pero jamás he sentido la necesidad de arder en llamas por un simple roce, nunca antes hasta que rocé su piel por primera vez y quise saber que le pasaba a un corazón tras explosionar en pedazos.
