14. LO SIENTO, PERO NO, NI DE COÑA VAMOS

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CANDACE

2 de Noviembre.

Llevo seis días en casa de Felipe, en la que cada vez me siento más a gusto. Tal y como me dijo, no hemos vuelto a coincidir en la calle ni en ningún sitio público, tan solo nos hemos visto en su salón o hemos coincidido en la cocina, pero apenas hemos intercambiado unas palabras y algunas sonrisas fugaces.

La verdad es que desde el momento que mi cuerpo reaccionó a su cercanía de una forma que no esperaba, he intentado evitarlo incluso dentro de casa, porque lo último que quiero es que algo de esto me confunda.

Y no, tanto tú como yo sabemos que esto no sería una buena idea. De hecho, sería la peor idea que pueda tener en la historia, y te aseguro que he tenido muy malas.

La mayor parte la he pasado con Lía, creo que es uno de los mejores descubrimientos que he tenido nunca, jamás había conectado con una persona tanto como lo he hecho con ella, es fácil poder ser yo misma, sin sentir que tengo que actuar de una u otra manera, solo ser yo misma y nada más, algo a lo que no estoy acostumbrada. Incluso con Mara, me divierte estar alerta en todo momento esperando cuando va a ser su próxima venganza, creo que es nuestro modo de relacionarnos, ambas tenemos algo en común, no nos fiamos de cualquiera, aunque sé que poco a poco me voy a ir ganando su confianza.

—Tú —me llama, o al menos eso creo— Yo nunca le he cambiado el champú a mi ex.

Mara ladea la cabeza de Lía a mí y viceversa, la que se sonroja y me pide perdón con la mirada por haberse ido de la lengua, mientras que Mara se ríe por mi cara de desconcierto. Alarga el brazo y me ofrece una botella de ron para que le dé un trago.

—Si lo has hecho bebes —sonríe de lado.

¿En qué momento hemos empezado a jugar a "Yo nunca"?

—No pienso darle un trago a esa cosa —pongo cara de asco— ¿Qué quieres que se me deshaga la garganta?

—Buscaré algo más flojo para la florecilla —dice en tono burlón mientras busca en la cocina— ¿Tequila rosa? Esto es como una golosina, así que ahora no tienes excusa.

La miro con desconfianza, desenrosco el tapón y me lo acerco a la nariz para olerlo. Huele a fresa, no parece que lleve nada de alcohol, pero no me fío viniendo de Mara. Estoy segura de que ha montado todo esto para engañarme a que le dé un trago y lleve lejía dentro o algo por el estilo. Niego con la cabeza.

—No me fío.

—Que poca fe —me lo quita de las manos y se llena la boca con el líquido— Ahora somos compis de piso, ya deberías fiarte de mí —se burla tras tragarlo como si nada y limpiarse los restos con la lengua.

Se lo quito de las manos, cierro los ojos y hago lo mismo, sin pensarlo, porque si lo hago mucho sé que no lo haré. Arrugo la nariz en cuanto siento el ardor en la garganta. Joder, sí que tiene alcohol el petit-suisse este. Me relamo los labios, está demasiado bueno, y el alcohol nunca me ha sentado bien, así que más me vale controlarme.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora