77. ¿TE HE DICHO ALGUNA VEZ CUANTO TE ODIO?

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Felipe


25 de Diciembre.

Levantarse cada día y que la primera imagen que vea sean sus cabellos cobrizos esparcidos por la almohada y su delicado rostro completamente relajado, es cien veces mejor que despertar frente a cualquier otro monumento, —y sí, ya sé que no he estado en ningún otro sitio fuera de España—, pero estoy seguro de que ni la Torre Eiffel iluminada en plena noche me bombearía el corazón como lo hace ella cada vez que la miro.

Estiro el brazo y no la encuentro, abro los ojos lentamente, hasta descubrir la cama vacía y ni rastro de ella. El reloj marca las 8:30 de la mañana. Los primeros rayos de sol se cuelan por la ventana iluminando la estancia vacía. Me levanto de golpe y corro hasta el baño más cercano, no puedo dejarla sola si tiene una de sus pesadillas. Me freno en seco cuando compruebo la oscuridad del cubículo y el silencio en toda la casa.

—¿Qué haces despierto tan temprano?

—¡Ahhh! —me giro hacia atrás con la mano en el corazón— Dios mío, qué susto...

—Dios no, tu padre —se coloca la bata verde emperador que le regalé el cumpleaños anterior— Aunque algo de divino sí que tengo con este atuendo tan chic.

Sonrío moviendo la cabeza por las ocurrencias de mi padre.

—No tienes remedio...

—Cariño, es muy temprano —dice lo que es obvio— ¿Has devuelto todo el vino de anoche? Mira que te avisé que el alcohol no te sienta bien, y mucho menos el atracón de gambas... ¿Tienes un cólico de esos?

—Los cólicos no funcionan así —bufo— No quiero señalar, pero el que se puso a bailar sobre la mesa con uno de los gorros de Candace fuiste tú.

—Esa chica me encanta, saca lo mejor de mí... Sin contar la colección de bolsos y sombreros que tiene. ¿Puedo casarme yo con ella?

—Papá... —bajo la voz— Ya sabes que nada de esto es cierto, nosotros no salimos de verdad...

—Cariño, no te he parido, pero puedo decir que te conozco como si lo hubiera hecho —dice muy digno, peinándose los mechones revueltos de recién levantado— Y sé con total seguridad que estás completamente enamorado de esa chica, y no te culpo, tu padre y yo también lo estamos.

—Las relaciones afectan a los dos, de nada vale lo que yo sienta...

—¿Crees que ella finge todo esto?

—No lo sé —suspiro— No creo que finja, solo que se siente cómoda y actúa de esta manera, pero que cuando llegue la fecha límite no le supondrá un problema terminar con todo.

—Mira, a mi todo esto me pareció muy poco convencional, no las tenía todas conmigo, ya te lo comenté... —me pone una mano en la espalda mientras caminamos hasta la cocina— Pero si hay algo que no miente, son los ojos. Y los suyos son los más sinceros que he visto nunca.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora