45. DISFRUTO DE LAS VISTAS

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Felipe

No sé cuántas horas llevo despierto, ni como mi cuerpo puede seguir en pie, pero estando con ella los minutos pasan volando y el sueño pasa a un segundo plano, o incluso a un tercero, porque solo puedo estar atento a ella, a como está disfrutando de la comida, como habla sin parar y me cuenta cosas sin que me haga falta presionarla o preguntarle, solo porque le sale de forma natural, como si nos conociéramos de toda la vida o nuestra relación fuera real, por un segundo siento que todo vuelve a la normalidad.

—Esto está delicioso —pone los ojos en blanco de satisfacción— Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una comida. El restaurante es precioso, no sé cómo no he venido antes, además las fotos que le he hecho a la comida han quedado geniales, no dejo de recibir mensajes preguntando por el sitio. Pero no pienso decirlo —vuelve a meterse más comida en la boca— La música de fondo es muy agradable. ¿Sabes qué canción es?

La observo con una sonrisa. Nunca la había visto tan relajada o tan habladora, siempre parecía estar alerta para atacar cuando lo viera necesario, pero en cambio, ahora parece haber dejado la armadura a un lado y solo ser una chica más.

—¿Me estás escuchando?

—Disfruto de las vistas.

—¿Qué vistas?

—No te gires, pero hay una chica detrás, no puedo dejar de mirarla, es preciosa, parece divertida e inteligente, no ha dejado de hablar desde que ha llegado, pero todo lo que dice suena interesante, y a su acompañante no le ha molestado, todo lo contrario, le ha encantado escuchar todo lo que tiene que decir.

—¿Estás mirando a otra mujer mientras te hablo? —frunce el ceño.

—Lo siento volcán, no he podido evitarlo... si la vieras...

Su mirada se vuelve vulnerable y puedo ver un atisbo de tristeza que borra enseguida con un gesto duro, de nuevo colocándose su armadura lista para luchar. Se gira sin disimulo y busca con la mirada a la supuesta chica, pero tan solo hay un espejo de suelo a techo en la pared.

—No hay nadie —dice molesta.

—Mira bien.

Se gira. Pasan unos segundos hasta que me mira lentamente con una media sonrisa que intenta ocultar.

—¿La ves?

—Solo me veo a mí. Hay un espejo —dice como si no fuera obvio.

—Supongo que es lo mismo que he estado viendo yo todo este tiempo.

Las mejillas de Candace comienzan a calentarse cogiendo un leve tono rosado que le dan una apariencia de lo más dulce, nada que ver con la imagen que había preconcebido de ella los primeros días. Lo que puede cambiar en un par de meses...

—Eres idiota —pone los ojos en blanco.

—Pensaba que era un zoquete —me hago el ofendido.

—Eso también— sonríe, y me contagia enseguida— Uno insoportable —pone su mano sobre la mía como acto reflejo y se la sujeto antes de que la quite.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora