74. ERES INSOPORTABLE

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Candace


—Tenía muchas ganas de conocerte —habla con una sonrisa mientras intento calmar todos mis nervios— Tenía mis dudas de todo esto, pero al veros se han disipado todas.

—¿Dudas? —trago saliva.

—Sabemos la verdad —me mira infundiendo tranquilidad— Felipe siempre nos lo cuenta todo, o eso espero —ríe.

—La verdad... —repito como un loro.

—Yo soy bastante más convencional, cuando supe lo del trato le pedí que lo dejase, pero si conoces a mi hijo sabrás que suele hacer lo que le da la gana —sonríe.

—Algo he notado —me sonrojo.

—Supe de inmediato que acabaría siendo real, y que uno de los dos acabaría sufriendo —sus ojos brillan de emoción— No quiero que ninguno de los dos sufra, pero conozco a mi hijo, y jamás le he visto como ahora. Si no estás segura, por favor, no le des falsas esperanzas. Parece fuerte, pero en realidad no lo es.

Trago saliva y asiento lentamente.

—Lo veo en tus ojos —me coge la mano con cariño— Sé que le quieres. Pero también veo el miedo, y si lo dejas salir va a ganar la batalla.

Siempre he deseado tener este tipo de relación con mis padres, poder hablar de todo sin miedo a ser juzgada, saber que van a poner de su parte para entenderme e intentar ver la vida con mis ojos. Siempre he soñado escuchar unas palabras similares de la boca de mis progenitores, ver el cariño que estoy sintiendo de un desconocido y creer que puedo. No le han hecho falta más de unos minutos para calarme, no ha fallado en absoluto con nada de lo que ha dicho, es posible que me conozca mejor que mis propios padres, y eso me pone terriblemente triste. Intento reprimir las lágrimas y hablar con normalidad.

—¿Eres vidente? —intento bromear.

—Empático, cariño —me acaricia la mano— Soy el más sensible de la familia. Felipe es como su padre, no expresa sus sentimientos y es poco cariñoso.

—Bueno, yo no diría que...

—Menos contigo —aclara enseguida cuando intuye que voy a decir— No sé qué le has dado, pero sigue dándoselo —susurra.

—Tenía ganas de veros, lleva todo el viaje hablando de vosotros —sonrío ampliamente.

—Porque venías tú —me guiña el ojo— A Felipe no le gusta mucho su cumpleaños, nunca quiere hacer nada especial, pero esta vez nos ha dejado... y no hace falta decir el motivo —hace un gesto con las cejas que me hace reír a carcajadas.

—¿Se puede saber qué pasa aquí? —nos sobresalta Felipe cuando se apoya en el marco de la puerta de brazos cruzados mientras nos mira a uno y a otro— ¿Estáis haciendo manitas?

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora