95. ¿SE PUEDE ESTAR PREPARADA PARA CAMBIAR TU VIDA POR COMPLETO?

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Candace

3 de Febrero.

Nunca antes había sentido nada parecido, no es una sensación que se pueda describir con palabras o que sea comparable a nada, no hay nada en el mundo que sea tan doloroso cómo perder a un ser querido, a una persona que era parte de ti, y que lo seguirá siendo siempre, porque una parte suya jamás va a morir en tu interior.

Cuando esto ocurre, crees que todo tu mundo se paraliza, que dejas de respirar, incluso dejas de sentir el suelo bajo tus pies. Los primeros segundos son inexistentes, no te dejan asimilarlo, como si se tratase de una broma pesada o un mal sueño, uno que va a desaparecer en cuanto abras los ojos. El primer día no es el peor, ni siquiera el segundo, o el día del funeral, tampoco la misa, ni la primera semana.

Lo peor llega cuando sigues con tu vida normal, cuando pasas por un quiosco y ves revistas de moda, cuando me pongo a escuchar música y suena nuestra canción, cuando me pasa algo increíble y necesito contárselo urgentemente, o cuando tengo ganas de llorar y Olivia ya no está para consolarme. Ese es el segundo donde la realidad me aplasta, donde me machaca el corazón tan dolorosamente que siento que no lo voy a soportar.

Pero sé que aún sigue ahí, en alguna parte, en una preciosa mariposa como me prometió, y por eso sigo en pie, por ella, para que sonría al verme, por nosotras, que siempre seremos una sola.

Todo ha sucedido de golpe, la sensación de querer llorar a todas horas, por el simple hecho de seguir respirando cuando ella ya no está. Creía que estaba bien, pero la realidad es que solo estaba en el limbo, en esa parte tan fina entre la realidad y la fantasía, donde he estado bien esta semana, pero donde ya no me vale.

No sé qué habría hecho sin los padres de Felipe, los que me han cuidado como a una hija, los que no me han forzado a hablar hasta que he estado preparada, los que ni siquiera se han molestado por haber dado con los padres biológicos de su hijo, los que, a pesar de todo, me han seguido cuidando, los que me han querido como necesitaba.

—¿Estás segura de que no quieres quedarte un poco más? —me mira con un puchero exagerado que me hace sonreír.

—Creo que os he molestado suficiente —les abrazo de nuevo, convenciéndome de que es lo correcto, volver a la realidad.

—Cariño, tú nunca molestas —me mira molesto— Eres nuestra niña.

—Te queremos como a una hija, aunque decidas no seguir formando parte de esta familia —reprimo las lágrimas y les regalo una enorme y amplia sonrisa antes de salir.

—Siempre vais a ser mi familia.

Sonrío con sinceridad a mi chofer improvisado y le agradezco con la mirada que haya venido a por mí sin hacer preguntas, tal y como ahora mismo necesito. Rodeo el vehículo y me siento en el copiloto, cuando siento el movimiento y las gravillas bajo las ruedas los miro a través del retrovisor una última vez y me doy el lujo de llorar, aunque esta vez, de felicidad.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora