7. COMO GUSTA UN SALSEO

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FELIPE


Candace sujeta la taza entre las manos mientras da pequeños sorbitos al chocolate espeso y pasa la lengua por el labio superior para retirar el improvisado bigote de chocolate que tiene a causa de la bebida.

Me obligo a mantener la mirada clavada en algún punto fijo de la casa, en cualquier esquina con telarañas o en el marco de la puerta que ya comienza a despegarse. Cualquier parte menos en cada uno de sus gestos como si fuera un auténtico pirado.

—Voy a poner una lavadora —me obligo a decir cualquier cosa para evitar más tiempo este silencio incómodo— ¿Quieres que lave tu ropa para que puedas cambiarte?

Asiente con la cabeza en silencio.

Salgo de este reducido espacio y comienzo a meter toda la ropa en la lavadora, incluida las pocas prendas de Candace, y pongo el programa adecuado antes de volver al salón.

—Felipe —llama mi atención— ¿Sigue en pie el proyecto recuperar mi vida?

Asiento con una sonrisa.

—Por supuesto. ¿Por dónde empezamos?

—Volviendo al infierno —traga saliva— Sé a qué hora no va a estar en casa, y el portero me conoce, así que no debería haber problema para poder subir sin encontrármelo y coger algunas de mis cosas.

—Me parece una buena idea. ¿A qué hora vamos?

—De once a dos la casa estará libre —suspira— Pero a partir de las cuatro hasta las ocho será mejor momento, siempre entrena a la misma hora, y no se lo perdería por nada del mundo.

—Perfecto, pues esperamos a que tu ropa esté lista, comemos algo y le pido el coche a Lía para recoger tus cosas.

—Gracias —suspira— No solo por esto, sino por hacer que el día de ayer no fuese tan horrible como podría haber sido.

—Tranquila.

—¿Puedo pedirte un favor? —asiento— ¿Me dejas un móvil o un ordenador donde pueda mirar mi cuenta de Instagram? Necesito comprobar que están diciendo de mí y si los seguidores me han variado mucho desde la foto...

—¿Estás segura? —pregunto con preocupación, no creo que sea buena idea— No creo que esto sea lo que necesites en estos momentos, deberías desconectar y dejar de pensar en los demás.

—Esta es mi vida. Yo no soy nadie sin ellos, y el no saber me está impacientando más que si descubro que lo he perdido todo —se muerde el pulgar— Tengo que saber en qué situación estoy para poder pensar en mi siguiente paso.

—Como quieras —acepto finalmente— Le pregunto a Lía, ella seguro te puede ayudar mejor con esto que yo.

—¿Es cierto que no tienes cuenta?

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora