Tan maravilloso como la vida misma

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Si yo creía que mi llegada maravillosa a Inglaterra iba a ser eso, maravillosa, bien equivocada que estaba.

Nada más bajarme del avión, seguí a una familia española majísima hasta el lugar donde se recoge la maleta. Me dieron la enhorabuena por ser tan valiente y venirme de Au Pair. Me contaron su vida y cómo acabaron viviendo en Londres y cuanto echan de menos España. Pero, sobre todo, me felicitó por haberme decantado por un pueblo de la periferia, que estaría menos plagado de españoles y, por lo tanto, me obligaría a mí misma a hablar en esa bonita lengua (¡claro que sí!).

Me despedí de ellos cuando llegamos a la cinta de las maletas, nos dimos dos besos y se marcharon corriendo a coger el tren.

Me quedé sola.

Y, esperé, esperé y ¿qué más? Ah, sí. Esperé.

Pero mi maleta no estaba.

Genial otra vez.

Así que ahí vino mi primer 'challenge'. Decirle a la señora del mostrador (que no me entendía) que me habían perdido la maleta. Ella me explicó qué es lo que tenía que hacer (no la entendí).

Me vi sin apenas ropa.

No tenía pijama, ni ropa interior.

Nada.

Gracias Iberia.

Me hicieron un tercer grado:

·         Color de maleta

·         Tejido

·         Textura

·         Forma

·         Modelo

·         Número de ruedas

·         Número de bolsillos exteriores

·         Color de las mismas

·         Manchas de algún tipo

·         Placa identificativa

·         Muestra de ADN

No sé si era la señora de un mostrador o un agente del CSI.

Es broma, exagero. Pero algo se me tenía que pegar de mi madre. ¿No?

 Así que nada. Salí del aeropuerto, y atisbé a lo lejos a la señora con que había hablado por Skype.

Mi jefa.

O mi 'hostmum' que queda más cuqui.

Se la veía delgadísima entre la multitud, con un letrero en rosa enorme con mi nombre. A su lado había un ramo de rosas que, esta vez no exagero, bien podía ser más grande que ella.

Qué maja.

Me acerqué a ella nerviosa perdida, temblando más que un flan. Pero lo hice, qué remedio. La señora Knight me abrazó como si se le fuera la vida en ello. Como si me conociera de toda la vida. Le expliqué en mi inglés chapucero que me habían perdido la maleta. Y la colega, más maja que cualquier cosa, a las 7 de la tarde, hora inglesa, me llevó a comprar lo más básico a un supermercado llamado Sainsbury's. Lo dicho, compré lo básico y sonreí como pude, solo tenía ganas de llorar.

Ella era, como ya he dicho, muy delgada, bajita y morena, con unos enormes ojos verdes cargados de cariño y una siempre perenne sonrisa. La personificación de la palabra "Love".

No paró de hablar en todo el camino, de los niños, de la hermana, el marido, la abuela que estaba en casa...

La abuela estaba en casa. Guay.

No  hizo falta ni que yo abriera la boca, ella se encargó de llevar la conversación, sola solita. Más tarde me daría cuenta, aunque ya estaba claro, que esta mujer en su vida anterior fue una cotorra.

Tardamos poco en llegar a la casa. Menos mal, ya me dolía la cabeza.

Cuando llegamos y abrió la puerta tuve que abrir bien los ojos, porque de verdad, lo juro por toda mi familia entera, que lo que me encontré, me dejó MUERTA.

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¡¡¡Gracias!!!

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora