ay, omá

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No hay otra forma de expresarlo, mi jefe, el marido de la cotorra, John, que así se llamaba, era militar y...

¡POR DIOS QUÉ BUENO ESTABA!

Era así como altísimo, mucho, delgado pero fibroso, pelo negro como el azabache, ojazos aluces que parecían dos focos encendidos... Madre mía, si todo el ejército británico tenía el mismo porte que aquí mi hostdad... pobre la soldado que tuviera que enfrentarse a ellos, así como de película.

¿He escrito aluces? Perdonad, es que me pone muy nerviosa solo de acordarme la manera en que olía, porque sí. Llevaba colonia y de la cara.

Estos ricos...

En fin... con razón Linda (que así se llama mi jefa, que no lo he dicho) ponía cara de tonta enamorada  cada vez que mencionaba a su marido durante nuestro viaje en el coche. Que si mi marido nosequé, que si mi marido nosecuanto...

Yo también estaría orgullosa de semejante monumento.

Y ¿quién no?

A lo importante. Que me enrollo.

Se me acercó muy sonriente. Le salían patas de gallo, qué mono. Es preciso decir que: o bien la sonrisa era forzada, o no estaba muy acostumbrado a ello.

Preferí que fuera la segunda opción. No vayamos a empezar la estancia con una mala impresión ni nada por el estilo. Que me conozco. Cuando alguien se me mete entre ceja y ceja es muy difícil que me caiga bien después. Pero muchas veces se ha dado el caso de que he cambiado de opinión, como aquella vez que...

Mejor lo dejo, que me enrollo otra vez.

Haciendo gala de educación lo único que dije (o me dejaron decir) fue un escueto "nice to meet you" que se note el nivelazo.

Mi jefa le contó por encima mi maravillosa llegada y, el pobre, con cara de circunstancias, solo asentía. No sabía si es que ya por costumbre la dejaba hablar, hablar y hablar, o que realmente no tenía nada que decir.

Acto seguido, me presentaron a la abuela. No me preguntéis por qué, pero no me gustó ni un pelo, y eso que no me gusta tener opiniones precipitadas, pero tenía un aura un poco siniestra. Vamos... que se le veía el 'Made in China' desde la distancia.

Era una señora de unos 70 años pero que se conservaba divinamente, lo que más me llamó la atención de ella es que a su floral vestido le había combinado unas Converse en rosa.

Eso en España no se ve. Y lo sabéis.

Se me acercó escaneándome de arriba abajo. Con una sonrisa maliciosa y me extendió la mano derecha, le devolví el gesto y la sonrisa.

Me apretó mucho... y dijo (traducido, por supuesto):

- Soy Teressa Knight. La madre de John. Encantada de conocerte.

A lo que intenté responderle:

- Yo soy María...

Pero me cortó.

- Ya sé quién eres, Mary – (pronunciado Mery).

- Es María – intenté corregirla. Mientras tanto, mis hostparents hablaban sobre algo del colegio en una esquina de la cocina. Me estaban preparando algo de cena. Qué majos, otra vez.

- Lo que sea.

Qué idiota.

Se dio la vuelta, cogió un yogur de la nevera y se sentó en la mesa de la cocina. Detrás de ella, había una puerta que parecía dar a una especie de patio.

Precisamente en ese momento se escuchó un ladrido.

La abuela se dio la vuelta y abrió la puerta.

Lo que sucedió después lo tengo un poco borroso.

Un perro del tamaño de un mastodonte salió corriendo y, literalmente, se me abalanzó encima, casi me caigo. Menos mal que tenía un mueble detrás que me sirvió de apoyo si no... me habría abierto la cabeza.

Cabe decir que, el poco maquillaje que llevaba, me lo quitó de un lametón.

Qué asco.

La abuela se reía, el padre intentaba quitarme a mi nuevo enamorado de encima y la madre... no sabía dónde meterse.

"Ayuda a tu marido a quitarme este dinosaurio de encima". Pensé.

Y parece que en voz alta porque se abalanzó hacia mí y entre los dos me quitaron al perro de encima.

Directa a la ducha.

Qué asco de babas.

¿Podía ir a peor mi día? 

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora