El Rusi y un paseo

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Mientras mi roast chicken se enfriaba en la nevera y mis papilas gustativas lloraban por estar perdiéndome semejante manjar, me encontraba quejándome con el Rusi de que el perro acababa con mi vida o que me hacía más fuerte que Hulk.

What doesn't kill you makes you stronger  #nivelazodeinglés

Él me soltó (desde la ignorancia, obvio) que el perro no sería tan fuerte como yo decía y que seguramente estaba siendo exagerada. Yo, inocente de mí, sin ver sus intenciones dije:

- Si algún día le paseas no dirás lo mismo, ya verás los tirones que da. 

TRAMPA. Maligna y malvada...

- ¿Y si ese día es el martes? nos podemos ver aquí después de dejar a los niños en la parada del autobús y paseamos a Wellington juntos.

Solo pude decir: 

- Ok.

Nos despedimos y pude ver ese brillo triunfal en su mirada... 

Me había hecho todo el lio muy cabrón...

Así que nada.

Me fui sopesando lo estúpida e ingenua que puedo llegar a ser de vez en cuando, aunque, eso sí, muy contenta porque me iba a comer el pollo de los domingos en cuanto pisara la casa.

En cuanto llegué, Linda estaba medio borracha ya. Con la botella de Rioja a menos de la mitad (medio llena, que yo soy optimista eh) y a John encerrado en su despacho.

No preguntéis por qué, porque eso es intuición, pero sentí tensión, mucha. Tanta que se podría cortar con un cuchillo en cuanto entré por la puerta. Wellington no vino a recibirme. La gata estaba escondida en mi habitación, debajo de mi sillón de ikea y los niños cuchicheaban arriba.

Comí como los pavos porque mi sexto sentido, ese que funcionaba de higos a brevas (o de uvas a peras, según la región de España. Ese es otro tema) me decía que me encerrara en mi habitación y no saliera de ahí.

Y lo hice.

Ya ves que si lo hice.

El nene mayor, o sea Jacob, que no recuerdo si alguna vez mencione su nombre... me interceptó por el camino y me dijo que sus padres estaban peleados y que en cualquier momento discutirían.

Qué bien les conocía el colega...

Y, como no, fue así porque en cuento escucharon mi puerta cerrarse oí yo la de la cocina. Que para eso la tenía justo debajo. Y comenzaron a discutir y hablar tan rápido que no entendí casi nada de lo que dijeron.

Lo que si se escuchó bien claro fue: "como sigamos así tú vas a seguir tu camino y yo el mío" por parte de Linda.

Diez minutos después la cama supletoria de mi habitación estaba siendo usada y dos niños lloraban, creyendo que yo no me daba cuenta, abrazados a mí. 

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora