Perdóname

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No fue hasta bien entrada la noche del día siguiente que me percaté de la llamada perdida en el ordenador.

Creí que se trataba de mi madre o mi hermano. Quizás Alba, que aún seguía en España. La cuestión es que, al mirarlo, no esperaba ver el nombre de Tati.

No le devolví la llamada.

No tenía ánimos ni ganas de enfrentarme a ella. ¿Qué tendría que decirme? ¿Que era feliz? Eso ya lo sabía.

En parte me alegraba por ellos, pero por otra, seguía sintiéndome traicionada.

Mi silencio no supuso ningún problema para ella porque, un par de días después volvió a llamarme y esta vez me pilló con el ordenador delante.

Respondí.

- hola María.

- hola - fui muy seca.

- necesitaba hablar contigo - agachó la cabeza y me sentí como la mala de la película.

- Tú dirás.

- Quería pedirte perdón por como hemos hecho las cosas. No es lo más correcto. Debí decirte hace mucho tiempo que me moría de celos cuando Diego y tú estabais tan cerca, pero no podía María...

Observe sus gestos durante un rato. Comprobando si lo que me decía era verdad o no. Me conocía sus gestos como la palma de mi mano.

- Dime algo.

- ¿Eso es todo lo que tenías que decirme?

Asintió dubitativa. No sabía qué esperar de mí.

- Pues no tenemos nada de qué hablar. Hasta luego.

Colgué antes de que pudiera decirme nada más. Sabía que ahí no quedaba la conversación. Que seguramente tendría más que decirme. Ya se inventaría algo.

Pero no era el momento.

Tenía el ánimo por los suelos después de la muerte de mi abuelo.

Eso hizo que me sintiera agobiada en la casa. Eran las 19:30, ya habíamos cenado y los niños estaban con sus padres. Cogí a Wellington y fuimos a dar un paseo.

Nos demoramos tanto a causa de mi pérdida total de la conciencia del tiempo que Linda me llamó preocupada.

- En breve llego, no os preocupéis - traté sonar bien, como alguien que estaría disfrutando de la compañía de otro alguien.

Pareció quedarse tranquila y, volví a casa.

- ¿María? ¿Que haces tan tarde en la calle?

El Rusi salía del trabajo como si fuera un modelo después de una sesión fotográfica.

Me sonrió y se me quitaron todas las penas.

- Bésame - le dije.

Y no se hizo de rogar.

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora