Mis amigos se acercaron a saludarnos. Todos y cada uno de ellos se sentía culpable por no haberme contado nada. Sin embargo, no pude reprocharles nada, porque en el fondo entendía que no quisieran preocuparme con cosas de las que no estaban del todo seguros.
Por lo visto ellos habían confirmado la relación cuando yo me enteré. Que fue cuando empezaron a pasearse sin tapujos por el pueblo.
Decidieron sentarse en la mesa de al lado, lo que supuso que Tati y Diego también lo hicieran, aunque fue al otro lado de la mesa. Donde apenas escuchaba sus voces.
Mi hermano, Alba y yo nos retiramos pronto porque nosotras estábamos cansadas por el vuelo.
Yo no me podía quitar la imagen de la parejita de la cabeza. Se besaban y manoseaban sin discreción alguna. Incluso pille a Tati mirándome de vez en cuando. Ni siquiera se dignaron a saludarme o hablarme. Increíble.
Decidí que las penas hay que ahogarlas. Así que cuando todos se acostaron fui a la cocina. A sabiendas de que mi madre siempre compra lacasitos porque sabe que me encantan.
Me vi a más de las 3 de la mañana comiéndomelos. A puñados. Con tal ansia que me tragué el paquete entero así, como el que no quiere la cosa. Y pillé un empacho de campeonato.
De tal calibre que me pasé el resto de la noche vomitándolos...
El desastre estaba servido.
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Diario desastroso de una Au Pair Española
Non-Fiction"La ley de Murphy debería llamarse 'ley de María' todo en esta bendita vida me sale mal'. Una gaditana, Inglaterra y miles de aventuras y personas nuevas por descubrir, lo que iba a ser un año aprendiendo inglés, se convirtió en una de las me...