Estuve febril y malita después de Halloween.
Tanto, que cuando intentaba decir algo con la letra n, me salía una d. Me explico: si quería decir Manolo, en su lugar por mi boca era Madolo.
Imaginad el trancazo monumental que pillé.
Cuando se lo conté a mi madre por Skype me dijo que eso me pasaba por vivir en un país donde la temperatura media invernal no superaba los dos grados. En parte llevaba razón. Pero no la llevaba del todo porque decía que seguro que estaba siendo una inconsciente porque, literalmente, "apostaba el cuello y no lo perdía" a que estaba viviendo al límite y no me abrigaba nada para lucir cacho.
De eso nada monada porque yo llevaba más capas que una cebolla.
De frio no me moriría porque no. Juraito.
Y mucho menos después de haber visto por internet cómo un pobre gatito callejero se congelaba en el crudo y frío invierno de Washington...
Soy muy exagerada pero una noche en la que la calefacción no iba demasiado bien del todo y hacía un frio de la hostia tuve pesadillas con que me congelaba mientras salía del supermercado, o que iba corriendo hacia casa y se me congelaba el moquillo, por eso de que estaba resfriada y tal.
Pero la peor de las peores de mis pesadillas era que paseaba al perro y el pobre al hacer pipi se le congelaba. Y no se podía mover del sitio y claro, yo que soy muy caritativa cogía sus 40kg y lo transportaba hasta casa.
Muy guay.
Tras mis adorables pesadillas, el miércoles después de Halloween y también de morir de aburrimiento en las carísimas clases de inglés y de un café con la mexicana superdotada, me llama Diego.
Os refresco la memoria.
Diego es el hijo pequeño de la Manoli una amiga del pueblo de mi madre. Ese que estaba tan buenísimo que era una mezcla entre el duque y el niño.
Cuando vi su número en el teléfono pensé dos cosas:
1- Le va a costar una pasta la llamada.
2- Echo de menos llevármelo al corral porque estaba buenísimo.
Bromas y necesidad aparte.
Le cogí el teléfono y escuché su melodiosa voz, iba de vuelta a casa desde el supermercado. Tres libras que me gasté en chucherías. Menuda derrochadora.
- ¿Tienes planes este finde? – me morí.
- Por ahora no, guapo, ¿qué me propones? – dije con voz seductora.
- Tú, yo y Londres este fin de semana, ¿qué me dices?
- Donde y a qué hora. – si venía a verme, me lo comía a besos.
- Te recojo en la estación de Paddington, que es a la que llegas desde tu pueblo en tren y vamos al easyhotel que hay al lado.
- Hecho, yo te aviso con la hora a la que llego.
Hice una nota mental de todo lo que haríamos el loco de Diego y yo en Londres, madre mía si en un pueblo la liábamos pardísima y nos convertíamos en los amos y señores de las fiestas, no me quería ni imaginar lo que podría pasar cuando saliéramos a la noche londinense.
Que se preparara Inglaterra que iba a enterarse hasta la reina que de que estábamos allí.
He de confesar que mis peores borracheras las he pillado con Diego. Es que mi Tati no bebe. La primera vez que probó el alcohol fue en una nochevieja antes de que lo dejara con su novio. Sip, el colega tampoco había probado gota en su vida, y yo solita me encargué de emborracharles a base de chupitos de vodka caramelo. En realidad me siento orgullosa de ello. Ya sabéis, me he propuesto a ser sincera.
Espero que ella no lo lea porque me mata.
Recapitulé después de colgarle. Diego venía a verme. A mí, a Londres. Al final iba a ser verdad que mi futuro estaba con el chico de la Manoli...
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Diario desastroso de una Au Pair Española
Non-Fiction"La ley de Murphy debería llamarse 'ley de María' todo en esta bendita vida me sale mal'. Una gaditana, Inglaterra y miles de aventuras y personas nuevas por descubrir, lo que iba a ser un año aprendiendo inglés, se convirtió en una de las me...