Babysitting nocturno

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Estaba claro que la semana no podía irse sin otro babysitting...

En este caso, mis jefes decidieron que era hora de salir juntos en plan romántico por la noche.

Muy guay ¿verdad?

Pues para mí no, porque era jueves y al día siguiente no trabajaba por cuestiones de sus viajes y por esa misma razón, ellos decidieron salir esa misma noche. 

Preparé una cena medio decente para los niños y para mí, teniendo en cuenta que las reservas alimentarias estaban a mínimos, hice lo que pude. 

Después, les dejé (mirad que buena soy) que se acostaran a las 9 en vez de a las 8, porque al día siguiente no tenían cole y no estaban cansados. 

Así que, mientras yo recogía la cocina, ellos se pusieron a jugar por la casa. Y no tuvieron otra cosa que hacer que ponerse a subir y bajar las escaleras haciendo el loco. 

Llegó la hora de acostarlos y, solo con decírselo una vez se fueron a la cama. 

Muy bien hasta ahí. 

Terminé de recoger toda la cocina y fui a darles las buenas noches. 

Ahí vi mi sorpresa, toda la moqueta de las escaleras y el pasillo estaba pringada de motitas de sangre... Obviamente me acojoné y salí corriendo a sus habitaciones. El pequeño se miró entero y no tenía nada. Así que fui a la habitación del mayor y ahí lo encontré... 

Poniéndose una tirita en el dedo meñique del pie porque se había hecho una pequeña rajita... le dije de todo, en español, no se enteró de nada, pero su cara reflejaba el mismo dolor y culpabilidad que si se hubiera enterado de todo lo que le había dicho. 

Al día siguiente, me dijo:

- No entendí nada de lo que me dijiste anoche, pero por tu cara y tu tono, creo que me dijiste de todo menos bonito. 

Y así fue... aunque no esté orgullosa de ello. 

Y yo... sí yo, me vi sola limpiando todas las motitas de sangre hasta las 10:30 de la noche, con un trapo y el spray quita manchas maravilloso al cual me encantaría conocer a la persona que lo inventó para decirle lo mucho que le amaba en ese momento. 

Sí, la escena era un cuadro. 

Linda y John llegaron como quince minutos más tarde y, al contarles lo ocurrido, se rieron... sí... qué triste todo. 

Conclusión: si juegan en casa, que sea con calcetines puestos...

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora