Después de que Alba se marchara, las semana se me hizo muy triste y pesada.
Jacob se fue a su campamento y el tiempo empeoró mucho, lo que hizo que Frank y yo nos quedáramos solos y aburridos viendo llover a través de la ventana.
Improvisamos una diana de tiro al arco en el cristal del salón, usando rotuladores de pizarra blanca. Gané, para sorpresa de ambos...
Vimos un montón de películas y leímos enteros los dos primeros libros de Harry Potter mientras esperábamos que su madre llegara y le diera el beso de buenas noches.
Una de esas noches, las chicas insistieron en salir a cenar al Donkey. Un bar muy chulo que había al lado de la estación en el que se comía súper bien.
Cabe decir que, a pesar de mis ánimos bajos y mis ganas de cortarme por la mitad y dividirme entre los dos países se esfumaron esa noche mientras ahogábamos penas en vino blanco, Rioja, por supuesto, vino que acompañamos con una jugosa pechuga de pollo cocinada con mimo.
Hecha especialmente para mi triste corazón.
Esa noche les conté que Jacob ya había vuelto de su campamento. Y el tío había aprendido a hacer reanimación. Muy interesante ¿Verdad? Lo mejor vino después.
El viernes anterior, mientras cocinaba, escuché a Frank llamarme con esa voz medio ahogada que solo sale bien cuando estás defecando o cuando te falta el aire.
En ese caso era la segunda. Porque su hermano estaba intentando ahogarle para después poner en práctica su aprendizaje de primeros auxilios.
Cosas de niños, dijo su madre. Muy lógico y coherente todo.
Esa noche nos encontramos con Vagim.
Me partió por la mitad el corazón cuando le vi hablando con una chica en actitud coqueta. Ni siquiera habíamos terminado 'lo nuestro' y ya estaba coqueteando con otra.
Le encontramos en el Ship, el bar de copas por excelencia. Danielle y Alicia, una chica madrileña con la que coincidí poco pero que en mis últimas semanas se ganó un huequecito importante, intentaron que no le viera. Pilar, por otro lado, decía que tenía que enfrentarme a él y decidir de una vez.
Ponerle los puntos a las íes decía ella.
- Es que, chica, háblale. Dile lo que sientes, lo que piensas, lo que quieres hacer.
- Aún no lo sé.
- Tienes que aclararte cuanto antes - intervino Danielle, siempre sensata - el tiempo no se para por nadie.
Y cuánta razón llevaba.
¿Sabéis eso que pasa en las películas? Sí, eso en que la persona en cuestión se bebe la copa de un tirón y va toda decidida a hablar con la persona que es el foco de sus problemas. Eso mismo.
Pues a mí me pasó.
Me bebí esa cerveza que tenía en la mano, que se mezcló con el vino blanco del Donkey y me achispó un poco más (si cabía) de lo que ya estaba.
Me coloqué los pantalones en su sitio y me dirigí hacia la barra en la que Vagim hablaba con esa chica.
Que sea lo que Dios quiera, pensé.
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Diario desastroso de una Au Pair Española
Non-Fiction"La ley de Murphy debería llamarse 'ley de María' todo en esta bendita vida me sale mal'. Una gaditana, Inglaterra y miles de aventuras y personas nuevas por descubrir, lo que iba a ser un año aprendiendo inglés, se convirtió en una de las me...