Tati in England

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Domingo.

8 p.m.

Se suponía que Tati llegaba al aeropuerto a eso de las 3 y ahí estaba yo, en mi cama de Ikea tirada con mi portátil viendo la quinta película de la saga de Harry Potter.

La Orden del Fénix para quien no lo sepa.

Sé que llegó con vida porque la muy perra posteó lo siguiente en Facebook en vez de mandarme un sms tranquilizador:

"El aterrizaje fue como: adiós sol, hola nubes, hola mundo de Harry Potter!!"

Telepatía, estamos acostumbradas a ello.

Cuando ¡POR FIN! consigo contactar con la desaparecida de mi mejor amiga me cuenta que ha llegado bien, que le han recibido con una gran barbacoa en la que se sentía absolutamente fuera de lugar y por eso ha estado ausente todo el día y en cuanto ha tenido hueco, ha activado la maravillosa tarjeta GiffGaff y, por consiguiente, me ha llamado, que para eso nos sale gratis leñe.

En fin, perejil.

Cuando la pobre se asienta me dice que la familia, por mucho que haya liado en la casa para recibirla, no le ha hecho mucha gracia y, fiaros de nosotras cuando decimos que alguien no nos da buena espina. Tarde o temprano acabamos descubriendo qué es lo que no nos gustaba.

Somos medio brujas.

Y la verdad es que por lo que me contaba tampoco me gustaban demasiado.

No sé, llamadlo X.

La tal cosa X se fue desarrollando a lo largo de toda la semana, cuando los tres adorables angelitos rubios con dos coletas y sonrisas melladas que encontró el sábado a su llegada, se fueron convirtiendo en tres malditas perras del infierno en lo que fueron pasando los días.

Se fue apagando poco a poco.

Nada de lo que ella hacía les parecía bien.

Se supone que al llegar tú nueva a una casa donde tienen unas costumbres alimentarias distintas, lo mínimo que podrían hacer es decirte cómo lo tienes que hacer o dejarte la 'recipe' como hacían conmigo.

Pero claro, no podemos comparar porque las comparaciones son odiosas y mi Linda es que hacía honor a su nombre la pobre mía.

Continúo.

Una de las cosas que dieron ganas de coger y ahorcar a las niñas en el London Bridge fue que, para cenar, la madre le dejó escrito que hiciera unos huevos fritos y unas patatas.

Y, lo dicho, hasta la fecha, en España el huevo frito lo cocinamos con aceite de oliva, pues las niñas siempre lo comían con mantequilla.

Ascazo 100%.

Le liaron un pollo importante cuando se enteraron que estaba hecho con aceite.

Así, entre grandes y maravillosos momentos como esos, llegó el viernes y con eso la mala noticia para mí.

No iba a poder ir a Londres a ver a Tati porque la familia me había reservado ir con ellos a Winchester, a casa de la hermana de mi jefa, la que no me caía muy bien del todo, para ir con ellos a los 'Tree Runners'.

Mi gozo en un pozo.

Tuvimos que aplazarlo al fin de semana siguiente.


Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora