¿Qué?

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Me di la vuelta lentamente, esperando que su voz solo hubiera sido un producto de mi maldita imaginación.

Pero no.

Corría en mi dirección, le vi acercarse a cámara lenta.

- ¿Por qué? - prácticamente me gritó. Y me hizo sentirme muy, muy pequeña - ¿por qué no me das nunca una oportunidad?

- No te entiendo - susurré muy flojito, pero no lo suficiente como para que no me escuchara.

- Intenté hablar contigo de mil maneras posibles, me costó muchísimo hacerme ver y me ha costado horrores conseguir una cita contigo, que simplemente te dieras la vuelta y te dieras cuenta de que estaba ahí. Que me miraras como yo te miro a ti.

Estaba muy enfadado. Tanto, que braceaba descontrolado. Di gracias a providencia divina por haber hecho que me cazara en un callejón vacío. Uno de esos atajos que descubrimos Alba y yo y que poca gente conocían o que evitaban por su oscuridad.

- Me he alejado de ti porque no soporto la idea de que te vayas. No quiero que lo hagas. Me arrepiento muchísimo.

Le miré sorprendida, ¿de verdad había dicho eso?

- ¿Todavía no te has dado cuenta? Dímelo, María ¿de verdad no puedes verlo?

No sabía a qué se refería. Entre el alcohol y su desesperación hablando, me encontraba muy perdida.

- No sé de qué me hablas...

- Quiero que te quedes conmigo. Aquí o donde sea. Pero juntos. Quiero demostrarte tanto...

- Pero aún no sé qué hacer...

- Sí lo sabes, pero no quieres aceptarlo - tercera puñalada - quieres quedarte conmigo. Porque aunque no te has dado cuenta, sientes lo mismo que yo.

Que sentía lo mismo que él. Uy, la cosa se ponía tensa.

- No sé a qué te refieres - Intenté escabullirme de su agarre. Claro está, en vano.

- Sientes lo mismo que yo - dijo, muy seguro de sí mismo - cada vez que te veo solo quiero correr hacia ti y besarte, cuando te beso quiero tenerte tan cerca hasta hacer que tu piel se funda con la mía. Cuando te abrazo quiero que se pare el tiempo para poder mirarte eternamente. Eso tiene un nombre, María. Se llama amor. Es lo que siento por ti. Y tú también lo sientes.

Ay, mi madre...

Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora