Me muero

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Tati me llamó fatal el  martes por la noche.

Justo después de su fin de semana con la chica esta que conoció en el parque, aquel en el que estuvo tan bien, la cosa fue a mucho peor con las niñas. 

En cierto modo y siendo egoísta, tengo que decir que, en parte, contar todo lo que le pasaba a Tati en mi casa, delante de los niños, hizo que éstos mejoraran su comportamiento notablemente. 

Pero ese no es el caso.

El caso sí es que este capítulo me lo voy a tomar en serio, así que nada de mis idas de olla.

Lo pasé fatal.

Me podía la impotencia de saber que mi mejor amiga estaba "atrapada" en una casa en la que la trataban mal, no la querían y encima, sí, esto va a ser muy fuerte, la maltrataban psicológicamente haciéndola creer que era una inútil, y muchas más cosas que no se pueden publicar. 

Si a eso le sumas que estas lejos de tu familia y que la distancia entre nosotras era mayor de lo que deseábamos... se montaba un cóctel molotov. 

Nos llamamos todos los días, ella lloraba y se desahogaba y yo con ella. 

El jueves quise morirme. 

Estaba todo planeado para que se viniera a mi casa, con la familia, todo el fin de semana. En cuanto ambas acabáramos en nuestras respectivas casas, ella cogía un tren hasta el pueblo en el que tenía que hacer el empalme del tren para venir al mío. Donde yo la recogería, iríamos a cenar con otras chicas y después volveríamos a casa y pasar el finde en mi pueblo.

Eso le serviría para distraerse y, con suerte, que encontráramos otra familia para ella en los alrededores. 

No podía fallar.

Sin embargo, ese jueves mi mundo se derrumbó. 

Tati llamó diciendo que les había escrito una carta (en inglés) detallando todas las causas por las que se quería ir. Y les daba un mes para que encontraran a otra chica y así ella buscaba por su parte. 

Pero no fue así. 

De hecho pasó todo lo contrario. 

Le dijeron que la querían fuera de la casa ese mismo fin de semana. 

Y ella optó por irse a España. 

Sí.

Tati se marchaba, justo a las dos semanas de haber llegado. 

Ella en parte estaba feliz, porque su amargamiento acababa. 

Yo, bueno... ni siquiera pude verla en el poco tiempo que estuvo en Londres...

Fue como si me echaran un jarro de agua fría. Con hielo y todo, en la cabeza. 

Se me congeló el cuerpo entero y, el sábado, mientras miraba la hora en la que ella cogía el vuelo, no pude más que llorar, llorar y llorar. 

Se acababan las churri-aventuras. 


Diario desastroso de una Au Pair EspañolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora