Me besó.
Esas son las palabras que hicieron que Diego me mirara con un gesto que me partió por la mitad.
Gesto que creí el principio del fin de una amistad/rollo/lo que sea que tuviéramos en aquel momento.
Me quería morir, y toda la melopea que llevaba encima se me pasó en lo que dura un estornudo.
Me sentí la persona más rastrera sobre la faz de la tierra. Quise borrar (de un auto-tortazo) todo mi tonteo con el Rusi. Esa noche en Londres, toda la cerveza que ingerí, aquel beso inesperado...
No entendía cómo, sabiendo que él me iba a esperar, respondía ese beso con la misma intensidad que el que me lo daba. Pero, ese es el gran problema de la historia de mi vida, que cuando bebo, no controlo.
Y soy muy consciente de ello.
Pasa como cuando en la típica película en la que el diablillo se enfrenta al ángel, las dos caras de la conciencia, se representaran en mí. Solo que en este caso, mi boca, mi cuerpo y el alcohol son el diablo, y mi mente pensadora y racional, queda amordazada dentro de mí, sin poder ejecutar ninguno de los juicios que quiere llevar a cabo.
En fin.
Que me he puesto romántica y profunda y a lo que nos queremos referir es que fui una cerda por besarme con un tío cuando tenía a otro esperándome.
Diego seguía mirándome, con esa expresión tan rara por su parte, como enfrentando sus ganas de llamarme guarra y las de abofetearme. Cosa que sé que no haría. O sí. Joder, estaba volviéndome tan loca que hasta dudaba de la integridad moral de Diego, alguien a quien conocía desde que llevaba pañales.
- María – cuando por fin habló ya estábamos sentados en el borde de la acera. Habían pasado diez minutos. Suspiró – Siempre he estado enamorado de ti.
Le miré. Me miró. Chispa.
- No voy a dejar que un inglés estúpido, que seguro que no tiene más que horchata en las venas, te separe de mí. Voy a luchar por esto que está creciendo entre nosotros. Porque sé que tú también quieres que lo haga.
>> estoy enamorado de ti, o mejor dicho, me di cuenta cuando me diste una colleja en el instituto el día en que señalé tus tetas y te dije "pero si al final eres una chica y todo". Eres todo lo que cualquier tío querría a su lado. Y yo que puedo tenerlo, no lo voy a desperdiciar.
Y yo me morí. O mejor dicho, se me cayó el alma al suelo y creo que, por primera vez, o quizás por primera vez de una forma tan intensa, sentí eso que llaman 'estampida de elefantes en el estómago'.
Le besé.
Le besé como si no hubiera mañana y, valga la redundancia no le solté hasta el día siguiente.
Continuamos la fiesta con nuestras respectivas familias, aunque, cada vez que podíamos, nos acercábamos el uno al otro para, o bien darnos un abrazo y besito cariñoso clandestino, o bien comernos los morros detrás de uno de los pilares del bar.
Tati me miró con cara de pocos amigos, y su novio para qué le vamos a mencionar.
Las rencillas entre Diego y Toni vienen de lejos. Del colegio. Cosas de niños que, con la edad, en vez de superarse se van haciendo más y más tensas.
Tati y Diego siempre fueron amigos, pero cuando ella empezó a verse con Toni, las cosas cambiaron. Ella me recriminaba que yo hiciera como si no pasara nada y no concebía la idea de que entre Diego y yo, por mucho que lo evitáramos siempre hubo algo más que la amistad que yo misma trataba de imponer.
Pero ese no es el caso ahora mismo, lo pasado pasado está o eso dicen.
Diego y yo vivimos nuestra dulce Navidad. Tati se alejó de mí en cuanto le conté todo de la A a la Z, si lo hizo conscientemente, no lo sé. Si fue por influencia de Toni, tampoco. La cuestión es que yo estaba llegando a un punto en el que no soportaba sus idas y venidas ni un momento más. Yo no me merecía que ella me flagelara porque yo tenía una relación, más o menos estrecha, con alguien a quien su maravilloso novio tenía marcado como persona non-grata.
Mi madre se enteró de que estaba con Diego, no sé cómo, porque discretos éramos un rato. Y, como imaginaréis, por consiguiente se enteró todo el pueblo y ya hasta sonaron campanas de boda.
Él y yo nos reímos, pero en el fondo a ninguno nos gusta ser la comidilla del pueblo.
Mis vacaciones se acabaron el día de la cabalgata de reyes cuando, de nuevo en el microbus que tienen mis padres por coche, me llevaron al aeropuerto y, como la buena llorona en la que me estaba convirtiendo, me despedí de las mismas personas que habían venido a recogerme, menos de Tati, que me mandó un escuento Whatsapp donde ponía:
"que vaya bien el vuelo, chao"
¿Hola?
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Diario desastroso de una Au Pair Española
Non-Fiction"La ley de Murphy debería llamarse 'ley de María' todo en esta bendita vida me sale mal'. Una gaditana, Inglaterra y miles de aventuras y personas nuevas por descubrir, lo que iba a ser un año aprendiendo inglés, se convirtió en una de las me...